El aire del almacén era denso, impregnado con el aroma de los viejos libros que atesoraba Enzo y las botellas de licor que guardaba como tesoros. La luz de las velas oscilaba tenuemente, lanzando sombras irregulares en las paredes descascaradas. Farlan se apoyaba en una silla, afilando un cuchillo sin demasiada prisa, mientras Levi permanecía sentado, aparentemente absorto en un mapa extendido sobre la mesa. Yo me mantenía en un rincón, jugando con la hebilla de mi cinturón, esperando a que Enzo rompiera el silencio con la misma paciencia que todos los que habitábamos la ciudad subterránea habíamos aprendido a adoptar.
—Escuchad bien, muchachos —empezó, apoyándose en el borde de una mesa. Su voz conservaba su firmeza habitual, aunque se notaba un matiz de cansancio en sus palabras—. Tengo una nueva tarea para vosotros.
Levi levantó la mirada con ese brillo de concentración que tanto lo caracterizaba y Farlan dejó el cuchillo en la mesa. Yo tan solo me crucé de brazos, esperando.
—¿De qué se trata esta vez? —preguntó el pelinegro, de manera directa y sin rodeos.
Enzo suspiró y sacó de su chaqueta un pequeño pergamino doblado que desplegó lentamente sobre la mesa que había justo frente a él.
—Un cargamento de herramientas y comida va a pasar por uno de los túneles menos vigilados del distrito sur de la ciudad subterránea. Según mis contactos, está destinado a los pisos superiores, y sabemos lo que eso significa: lujo, privilegio y desprecio por los de abajo.
—¿De qué cantidad estamos hablando? —intervino Farlan mientras se inclinaba hacia adelante.
—Estamos hablando de generar suficiente para multiplicar lo que necesitamos para pagar el peaje hacia la superficie. Para salir de aquí. Para salir de verdad —respondió Enzo con una calma calculada, fijando su mirada en cada uno de nosotros—. Pero es un golpe arriesgado. Habrá vigilancia, y tendréis que ser rápidos y precisos.
Hubo un instante de silencio, denso como el polvo acumulado en las esquinas de la bodega. Aquella tremenda declaración cayó sobre nosotros como un balde de agua fría.
—¿Multiplicar? —musitó Enzo con sorpresa, pese a que recuperó su compostura casi al instante—. Eso es una barbaridad.
—Sí, Farlan, multiplicar. —Enzo sonó cortante, como si no tuviera tiempo para explicaciones largas, pero se obligó a suavizar el tono antes de continuar—. Este no es solo un golpe, chicos. Es el golpe. Si lo hacemos bien, tendremos prácticamente casi toda la suma que necesitamos para salir.
Después se pasó la mano por el cabello en un gesto que intentó disimular como casual, pero que delataba la evidente tensión de tan importante operación.
—¿Qué riesgos hay, Enzo? ¿Por qué un golpe tan grande? ¿Y si no sale bien? —pregunté, midiendo cada palabra como si probara el filo de un cuchillo.
Enzo apenas me dejó terminar.
—Tiene que salir bien —replicó, acelerando el ritmo de su voz apenas un instante antes de volver a controlarse—. Habrá vigilancia. Sabéis que nos están buscando.Tendréis que ser rápidos, precisos. No hay margen para errores, pero lo hemos hecho antes, ¿no?
El aire en la sala comenzaba a sentirse pesado, como si cada uno de nosotros estuviera conteniendo el aliento. Los ojos de Enzo se movían entre nosotros intentando transmitir seguridad, pero había algo más ahí: prisa. Como si supiera que el tiempo no estaba de su lado.
—Si no lo hacemos ahora, no lo haremos nunca —añadió, en un tono más bajo, casi para sí mismo.
El peso de esa frase colgó en el aire. Nadie lo miraba directamente, pero sabía que todos los que estábamos en el almacén así lo sentíamos. Y sabíamos que tenía razón. Mis compañeros permanecían pensativos.
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EN EL SUBTERRÁNEO || Levi Ackerman
FanfictionMucho antes de ingresar en el Cuerpo de Exploración, Levi se dedicó a subsistir en la ciudad subterránea junto a su compañero de aventuras, Farlan. El lugar que le vio nacer también fue testigo de su breve encuentro con la mujer que le hizo darse cu...