XVI

244 21 3
                                        

No estaba bien.

En ningún sentido posible de la palabra.

El apetito había abandonado mi cuerpo por completo, las ideas se arremolinaban en mi mente hasta arrebatarme el sueño en contra de mi voluntad y el hecho de que Clarke desapareciera justo después de haberme puesto al tanto de la situación en la que mi gente se encontraba no hacía que las cosas en mí mejoraran en lo absoluto. No se le había visto en un buen tiempo, además de que no durmió en su cama designada y, dadas las circunstancias, me imaginaba lo peor para ella.

Jasper se daba cuenta de lo mal que me veía aún sin conocer realmente la razón de mi despecho y apreciaba la forma en la que procuraba sacarme de aquel lugar tan oscuro en el que me encontraba, aunque, después de varios intentos fallidos de su parte, ver su expresión de decepción hacia él mismo me mataba.

Apenas había pasado un día, pero sólo era cuestión de tiempo para que se diera por vencido y creyera que yo no era más que un caso perdido.

En una ocasión me encontraba completamente sola en la habitación designada para dormir con la disposición de poder descansar, tan siquiera, por algunos pocos minutos, debido a que las campanas que daban a entender que era hora de la comida habían sonado hace algún tiempo y estaba segura de que Jasper había sido de los primeros en ir corriendo al comedor. Lo conocía y habíamos estado en el lugar el suficiente tiempo para saber que no estaba dispuesto a perderse la oportunidad de llenar su estómago con toda la comida que los hombres de la montaña tenían para ofrecer.

Por ello mismo, me llevé una gran sorpresa al verlo entrar apresuradamente a la habitación con una sonrisa bien plasmada y sosteniendo una linterna. La manera en la que daba sus pasos era certera, estaba seguro de que yo estaría ahí regodeándome en mi propia miseria.

—Ven conmigo —pidió sin más con ojos ansiosos una vez que se colocó de cuclillas frente a mí.

No quise posar mis ojos en él. Mi situación había llegado a tal punto que me era demasiado difícil enfocar las imágenes.

Tomé aire, dispuesta a negarme aún sabiendo que me dolería no haberle hecho caso cuando decidiera cruzar de nuevo la puerta para salir de la habitación sin mí a su lado.

—Jasper, yo...

—Por favor —imploró una vez más, con un tono de voz tan suave que me hizo acceder.

Al final de un rato un leve asentimiento de mi cabeza fue suficiente para que esbozara una sonrisa mucho más grande de con la que llego, aferrándose a mi mano con prisa y emoción.

Los pasos que él daba eran largos y rápidos, por lo que a mí me costaba trabajo seguirle el ritmo. Estaba demasiado cansada, tanto que me dio la sensación de que aquel sería el momento en el que las noches sin dormir y las comidas que no tuve comenzarían a pasarme factura. El camino hacia donde Jasper me llevaba me pareció interminable, con los pasillos grises haciéndose mucho más largos y estrechos con cada paso que daba a causa de los nervios que cargaba. Cuando él comenzó a frenar el paso sentí cómo mi cuerpo entero se relajaba, pero cómo la emoción de Jasper no se alejaba y, al contrario, comenzaba a hacerse más presente.

Nos detuvimos por completo frente a una puerta de metal que parecía ser pesada. Jasper me soltó de su agarre y miró a su alrededor para verificar que nadie estuviera ahí para detenerlo. Tragué saliva, no tenía idea de qué habría ahí dentro, pero debía ser demasiado importante para los hombres de la montaña.

Odiaba los prejuicios, de verdad lo hacía y mucho más cuando atacaban personalmente a alguien tan importante para mí como lo era Jasper, por lo que la culpa me carcomió por dentro cuando lo vi abrir aquella imponente puerta con una facilidad sorprendente lo primero que hice fue recordar que era un delincuente, que seguramente no era la primera vez que entraba a hurtadillas a algún lugar.

MY BLOOD | jasper jordanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora