MY BLOOD | jasper jordan

XXIX

De pronto dejé de sentir la presión de sus manos contra mi cuello y, aún estando recostada en el suelo y con la vista perdida, sentí un auténtico terror al darme cuenta de que su rostro se derretía con cada segundo que pasaba. Se apartó de encima mío, cayendo sin cuidado para quedar justo a mi lado y pudiera presenciar cómo la vida se le escapaba de las manos de una manera tan cruel y repentina, pero necesaria.

Sus gritos de dolor resonaban por todo el lugar y me daban la sensación de que su garganta también terminaría de sangrar. Aún cuando no pudiera ver lo que realmente le estaba ocurriendo por lo que le había hecho en sus ojos, él sabía que su momento había llegado y no existía demasiado que se pudiera hacer para evitarlo.

Claro, yo no reaccionaba de la misma manera ante una brecha de contención como toda esta gente; pero no podía permitirme arriesgarme y mucho menos después de haber estado tan cerca de casi el mismo destino.

Me levanté del suelo a pesar de que mis piernas tambaleaban por todo el esfuerzo que ponía. Las cosas estaban a punto de convertirse en un completo caos —si es que no había perdido la noción del tiempo y ya gran parte de las cosas estaban perdidas—, tenía que apresurarme y salvar cuantas vidas pudiera en el momento. Antes de comenzar a correr a cualquier lugar en el que podría hacer algo no pude evitar contemplar el cadáver de mi atacante hace apenas unos momentos, prestando especial atención al tejido rojizo que su piel dejaba al descubierto después de derretirse. No era una escena placentera, mas me causaba curiosidad lo surreal que era.

Sacudí la cabeza sabiendo que, si me concentraba demasiado en lo que solía ser un hombre decidido a hacer cualquier cosa para sobrevivir, estaría dejando ir segundos importantes de lo que realmente vine a hacer.

Un pie delante del otro. No podía ser tan difícil; pero la manera en la que todo el mundo que me rodeaba daba vueltas no me permitía moverme con la libertad que me gustaría para algo tan crucial como aquel momento. Tenía que encontrar a Jasper, asegurarme de que estaba bien y poder dejar atrás toda esta pesadilla de una vez por todas.

Con pasos torpes y sin realmente saber qué hice para lograrlo llegué a la zona del comedor, esperando encontrarme con alguna cara familiar que me diera a entender que no todo estaba perdido, aún no.

Aunque la escena con la que me encontré no me hacía sentir el alivio que estaba buscando.

Demasiados cuerpos como para ser contados uno por uno yacían sin fuerzas en distintos puntos del lugar. Gente aferrándose a las manos de quienes tenían a un lado con la esperanza de que el cariño que se tenían fuera suficiente para salvarnos del inminente destino que les deparaba, niños con sus cabezas recargadas en los hombros de sus padres, personas con el cabello blanco hechas ovillo pensando que de aquella manera serían inalcanzables para la radiación que tanto terror les infundió alguna vez.

En el suelo había platos, cosas materiales que pudieron haber significado el mundo para ellos en algún momento y que ahora no se trataban de nada mas que de objetos sin sentido o amor de quienes lograron portarlos.

Podía ser exagerado decir que me sentía en el mismo infierno, no encontraba alguna otra palabra que describiera exactamente los sentimientos que me mantenían congelada por más que lo intentara y las llamas en mi mente que se habían hecho presentes por sobre pensar las cosas de pronto se vieron interrumpidas al momento en el que sentí un empujón en mi torso que llegó desde mi lado derecho, tirándome al piso por la fuerza en la que lo hizo y haciendo que mi cabeza impactara contra el suelo sin la oportunidad de amortiguar el golpe.

Gruñí. Tantos golpes en la cabeza comenzarían a pasarme factura tarde o temprano.

—Mierda, lo siento —se disculpó Jasper mirándome con ojos preocupados mientras su cuerpo entero estaba encima mío—. ¿Estás bien?