MY BLOOD | jasper jordan

XXIII

La sorpresa que nos habíamos llevado tanto Jasper como yo se vio disipada con velocidad, reemplazada por la incertidumbre que nos ocasionaba estar tanto tiempo encerrados. Ambos queríamos creer que todo era parte del plan de Bellamy y que, con su ayuda, podríamos salir de la montaña con más prontitud de la que cualquiera de nosotros esperaba.

Con Jasper sentado intranquilo sobre el colchón de su cama y con mi cabeza recargada en su hombro esperanzada de que aquel sencillo gesto lo ayudara a calmarse un poco, Monty se acercó con prisa hacia nosotros, colocándose de cuclillas para que pudiéramos verlo directo a los ojos. Ambos le habíamos contado lo que vimos, pero no era sorpresa saber que no nos creía por completo después de todo por lo que pasamos.

—No tiene sentido —dijo al momento en el que llegó.

—Sé lo que vi —le respondí de inmediato y en voz alta, comenzando a estresarme ante el hecho de que no me tenían fe—. Si no me crees al menos puedes creerle a Jasper, él vio lo que yo, no tengo razones para mentirte.

Frunció los labios y después volvió a abrirlos levemente para agregar algo más, pero nuestra conversación se vio interrumpida mucho antes de que realmente comenzara cuando escuchamos pasos fuertes a las afueras de la habitación, justo antes de que las pesadas puertas metálicas que nos mantenían encerrados en el dormitorio se abrieron abruptamente y, a través de ellas, entraron varios guardias con equipo y armas listas para atacar ante cualquier movimiento en falso que cualquiera de nosotros pudiera dar. La doctora Tsing caminaba con mucha más calma que sus acompañantes.

¿Qué estaba haciendo ahí?

Lo último que recordaba era que Dante había ordenado su encarcelamiento por haber hecho las cosas a sus espaldas y ahora se encontraba frente a nosotros, sin ninguna amonestación mas que aquella en su conciencia.

Haciendo caso de las órdenes que los guardias gritaban Jasper, Monty y yo nos levantamos de donde nos encontrábamos con velocidad y corrimos hacia la parte trasera del cuarto, lugar en el que, de pronto, todos estaban apiñados. El choque contra los cuerpos de todos los demás y Jasper moviéndome levemente para colocarme detrás de él hacían que me fuera complicado ver lo que estaba por ocurrir, pero nada me impidió ver cómo uno de los guardias se aferraba al brazo de Harper con fuerza mientras ella gritaba una y otra vez que la dejaran en paz siendo incapaz de contener las lágrimas.

—¡Ella no! —exclamó la doctora, haciendo que el guardia la soltara—, necesita más tiempo para recuperarse —se detuvo, escrutando detenidamente el cuarto sin importarle el miedo que inundaba a gran parte de los que ahí se encontraban. Tan sólo segundos después se limitó a señalar a un joven y dar la orden para que se lo llevaran—. Éste.

El joven ni siquiera tuvo tiempo de defenderse o reaccionar puesto que los guardias lo tomaron de los brazos y lo sacaron a rastras de los dormitorio, haciendo caso omiso de sus gritos.

—¡Esperen! ¡No, por favor!

Fue entonces cuando los guardias que restaban y la doctora se decidieron a salir del lugar para seguir haciendo su trabajo, mas la espontánea voz de Jasper les hizo girar la cabeza una vez más hacia donde todos estábamos.

—¡Basta! —soltó, haciéndose paso entre la pequeña multitud—, no pueden seguir haciéndonos esto —justo frente a él estaba un guardia con el arma levantada, ni hubiera dudado en disparar si tan solo la doctora no le hubiera indicado que no hiciera nada—. El presidente Wallace dijo que nos podíamos ir.

—El presidente Wallace ya no está al mando —le respondió la mujer con voz tan calmada que me causó escalofríos—. Tuvo que retirarse por razones de salud... lamento que tenga que ser así —hizo otra pausa, mirando a quien era su contrincante en aquel momento directamente a los ojos y sin ninguna señal de arrepentimiento visible—. Espero que sepan que todos ustedes son muy especiales para nosotros.