MY BLOOD | jasper jordan

XXXII

El sudor no dejaba de aparecer en mi frente y recorrer cada centímetro de mi rostro temiendo que el cansancio de mi mente se hiciera cargo de acabar con la poca energía corporal que me quedaba.

Aún cuando mi vista se encontraba nublada observé con claridad el golpe que mi contrincante lanzó a mi estómago sin que tuviera la oportunidad de esquivarlo.

Mi hombro impactó contra su garganta de una manera tan abrupta que ninguno de los dos vio venir pero que yo no iría a desaprovechar. Con él sosteniendo su cuello con la delicadeza suficiente para no lastimarse más de lo que ya estaba le solté otro golpe un poco menos intenso en su mejilla que no pareció sobrellevar del todo y me dio la oportunidad de rodear su tráquea con mis dos brazos y no dejar que se moviera bajo ninguna circunstancia.

Estaba ahí, rendido y sin demasiadas oportunidades de escapar de ahí. Podía ganar. Tenía que ganar. Una vez que lo sentí perder la fuerza por todo el aire que no le estaba permitiendo recuperar supe que no debía tomármelo a la ligera y seguí presionando con de la misma manera hasta que él, de alguna manera, se aferró a mi nuca con sus dos manos para después hacer uso de toda la fuerza que unos brazos tan trabajados como los de él podían contener y atrajo todo mi cuerpo hacia delante, sacándome volando justo frente a él.

Mi espalda golpeó sin escrúpulos el frío suelo y de mis labios salió un quejido que podría escucharse a los alrededores sin dificultad.

Era inútil, había perdido y todas mis fuerzas se habían desvanecido. Fueron muy pocos los segundos que tardé en decirme a mí misma que era todo y cerré los ojos a la espera de que no fuera la única en dar por terminada la lucha.

—¡Tiempo! —gritó Monroe prestando especial atención al pequeño objeto que tenía en la mano y alzando su vista hacia nosotros—. Lincoln gana.

«No me digas.»

Cerré los ojos, pensando en que no tendría problema alguno con permanecer exhausta y derrotada en el suelo por el resto del día. Sí, era sólo un entrenamiento; pero, a pesar de haber dejado toda la vida que conocía atrás hace tres meses, la presión de sobresalir cuando de pelea se trataba seguía latente en mí y no me parecía que fuera algo fácil de dejar atrás.

Segundos después la voz de Lincoln me regresó a la realidad en la que había perdido contra él. Inhalé hondo. No podría odiarlo, no existían razones para que lo hicieran y, cuando vi una sonrisa burlesca en su rostro sin que tuviera intenciones de ofenderme, una mueca alegre se adueñó de mi rostro.

—Por favor —pedí con el dolor aún latente en mis músculos y en los moretones que habían aparecido en mi piel a causa del enfrentamiento—, he entrenado cada día de mi vida por dieciséis años, ¿y no me dejas descansar por sólo un par de semanas?

Él se encogió de hombros dándose cuenta de que no estaba dispuesto en darme un sermón conmigo en semejante posición de impotencia.

—Bueno —comenzó estirando su brazo hacia mí para ayudar a levantarme—, no estarías rendida en el suelo de no haber sido por aquel par de semanas.

Mi fuerte no era darle la razón a las personas.

Me puse de pie, sacudiendo la poca suciedad que podría tener pero que ahora estaba adherida en mi cuerpo a causa del sudor y acomodé mi cabello para que no hubiera indicio alguno de mi derrota para quienes no la habían presenciado. La gente que estaba esperando su turno para entrenar y dar lo mejor de sí mismos en un intento de demostrarse de lo que eran capaces no dejaban de observarme, pero sus miradas no eran invasivas, o me hacían sentir incómoda. Era curioso, en realidad. ¿Cómo se hubieran dado las cosas entre nosotros de no haber sido por las tormentas que habían ocurrido en el Monte Weather?