XXXV

64 8 0
                                        

Después de lo que me había dicho, después del modo en el que lo había hecho, después de que le conté detalle a detalle todo lo que había pasado en Polis la manera en la que reaccionó estaba demasiado lejos de ser la que en verdad esperaba.

—¿Renunciaste a ser la Comandante? —preguntó; en su voz era difícil separar la indignación del enojo—. Emlyn, ¿qué diablos?

Me dio la sensación que, de encontrarnos en tierra firme, no dudaría ni un sólo segundo en comenzar a caminar a cualquier lugar que estuviera alejado de mí.

—No renuncié a él en un principio —aclaré, con la esperanza de que mis palabras fueran suficientes para regresar al tiempo en el que sólo estábamos emocionados por tener la compañía del otro—, fui desterrada por no pensar del mismo modo en el que Lexa lo hacía, no tenía, no tengo el interés de seguirle el juego con toda la manipulación que siempre ha puesto sobre nosotros.

Él se movió para bajar por la escalera mientras la manera en la que negaba con su cabeza era lo más característico de su ser entero en cualquier momento. Por un segundo, temí que su estrés y todas las cosas que estaban pasando por su mente fueran suficientes para hacerle dar un mal paso en su camino hacia el suelo.

—Es tu derecho por nacimiento, nadie puede quitártelo, nadie debería quitártelo.

—Jasper, está bien —añadí, comenzando a perder la paciencia poco a poco concentrándome en la manera en la que bajaba por la escalera—, no resulta ser tan importante ahora.

Aún con él de espaldas, me di cuenta de la manera en la que soltaba un bufido que tenía toda la intención de convertirse en una carcajada sin tener intenciones de detener su camino y, en su lugar, sonando como si se estuviera ahogando de la frustración que sabía estaba conteniendo en su estómago.

La decisión por no dejar que éste desacuerdo fuera más lejos corría en todo mi ser con determinación, la misma determinación que usé para bajar las escaleras y llegar a él una vez más, escuchando con claridad la pregunta que soltó en un tono que no tenía intenciones de suavizarse.

—¿Qué puede ser más importante que liderar a toda una civilización?

Y le respondí, con la misma dureza en la que él me lo había preguntado.

—Tú.

Y paró en seco, conmigo observando su espalda y la manera en la que sus hombros se relajaban.

Tal como si la misma Muerte se encontrara frente a él.

Lo dije con un tono mucho más alto del que hubiera esperado pero, al final, ahí estaba, flotando intacto en el aire con la intención de que no se fuera junto con el viento y no fuera olvidado por ninguno de nosotros jamás.

Al fin dejó caer sus hombros y se giró para verme, con una mirada que no tardó en convertirse en un gesto compasivo.

—Emlyn...

—Es la verdad —me defendí, colocándome de pie con una expresión que buscaba darle a cualquiera la sensación de que no iría a rendirme con él, con nosotros, ni ahora ni nunca—, lo es y no estoy dispuesta a irme de aquí hasta que lo entiendas por completo.

Esta vez no dijo nada y, en sus ojos, pude notar aquel destello que transmitía calma y esperanza, una mirada que, por tantas cosas que pasaran a nuestro alrededor o entre nosotros, no se había separado de él ni por un solo día desde que lo conocí, aquel destello que me daba la oportunidad de decirle lo que en realidad sentía con la seguridad de que él iría a escucharme con calma.

—Todos a quienes alguna vez conocí sólo estaban interesados en mí por el color de mi sangre, por todo lo que alguna vez esperarían de mí y, por un tiempo, fue todo en lo que yo también centré mi mente, mi cuerpo, absolutamente toda yo —de cierto modo, me estaba costando trabajo creer que, por primera vez, estaba diciendo en voz alta todo aquello que en mi mente se arremolinaba desde hacía demasiado tiempo—; toda esa rebeldía, todas esas ansias por desafiar lo que se creía llegaron a mí cuando supe que podría aspirar a más, cuando supe que podría ser más.

MY BLOOD | jasper jordanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora