VALERIE SAND
Brooklyn, Nueva York
En cuanto comenzó a sonar aquella canción, la euforia de mi ridículo baile aumentó mientras hacía el intento de acomodar el desastre en que se había convertido mi habitación. Jamás duraba mucho tiempo en orden ya que yo, Valerie Sand, era la persona más desordenada del mundo. Y no me avergonzaba en absoluto que alguien lo supiera.
I Hate Myself For Loving You de Joan Jett & The Blackhearts inundaba cada espacio de mi cuarto, logrando que el rock me recorriera por las venas con una eficiencia increíble. Tomé rápidamente mi desodorante con forma de cilindro para utilizarlo de micrófono. Me aproveché del hecho de que no había nadie de mi familia en el apartamento para cantar a todo pulmón sin vergüenza alguna. Esa canción merecía todo el esfuerzo que mis cuerdas vocales pudieran hacer.
«Eso dices de casi todas las canciones que te gustan, Valerie».
El breve solo de guitarra llegó, haciendo que tirara el desodorante a un lado y agarrara la escoba, fingiendo que había una guitarra en mis manos. Moví mi cabeza de arriba a abajo como loca, sin importarme desnucarme por culpa de mi euforia. Creía que una de las cosas simples de la vida que más me gustaban era disfrutar el tiempo conmigo misma, sobre todo cuando podía escuchar música a todo volumen. De todos modos, ese último detalle no era un problema cuando no estaba completamente sola. En mi familia, la música era parte de nuestro ADN. Luego de aprender a hablar, caminar y escribir o leer, tenía que estar inculcado el amor hacia la música. Sobre todo al género rock. Además de estar al tanto del historial familiar en cuanto a él.
Dejé la escoba a un lado, usando el desodorante como micrófono una vez más mientras me miraba al espejo. Quise soltar una carcajada ante las expresiones tan raras que podía llegar a hacer cuando cantaba.
Mi teléfono, que estaba conectado al pequeño parlante inalámbrico de mi habitación, interrumpió la música para hacerme saber que estaba sonando aquella alarma. Esa que sonaba todos los días a la misma hora, indicando que debía cumplir con mi deber de siempre. Suspiré. Hoy era de esos días en que no me apetecía hacer nada en absoluto y no por una razón en especial, solo porque me consideraba una persona sumamente vaga. Sin embargo, prefería irme a cumplir con mis tareas antes que seguir limpiando. Odiaba limpiar.
«Con solo entrar a tu cuarto se nota», dijo una voz en mi cabeza. Sonó como mi madre.
Apagué la alarma, desconecté mi teléfono y sonreí cuando recordé qué día era hoy. Era viernes. Me emocionaban mucho los fines de semana, como a casi todo el mundo. No solo por el simple hecho de que tenía un muy breve descanso del instituto, sino porque eran mis días favoritos en el trabajo. Sí, en el trabajo.
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Nuestro concepto de amor ✔ | Destinos Escritos 1
Teen FictionValerie Sand, una chica que nunca tenía las agallas suficientes para convertirse en quien realmente quería ser. Zyan Price, un apasionado guitarrista que siempre que comenzaba a escribir una canción, no era capaz de terminarla. Y una pregunta, tan...