Valerie Sand, una chica que nunca tenía las agallas suficientes para convertirse en quien realmente quería ser.
Zyan Price, un apasionado guitarrista que siempre que comenzaba a escribir una canción, no era capaz de terminarla.
Y una pregunta, tan...
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VALERIE SAND
—Yo…
—No digas nada —me interrumpió Say—. Tal vez lo estamos imaginando o es real. Pronto lo sabremos.
—¿Te has sentido extraña últimamente? —preguntó Daryl, con delicadeza.
—Pues… —Bajé la mirada.
Tenía que decir la verdad. Había algo raro en mí últimamente. Pero, ¿tenía algo que ver con lo que estábamos hablando? ¿Las dos personas frente a mí me darían la solución a esta interminable confusión? ¿Entenderían y/o detectarían el origen de la maldita sensación que no me dejaba en paz?
Solo había una forma de saberlo: contarles a Say y Daryl lo que ocurría.
Say chilló pero se mantuvo en silencio mientras Daryl me hablaba como sinfuera mi terapeuta.
—No abrumes, cariño. Dime qué te pasa.
—Pues, desde hace varios días, sí me he sentido rara cada vez que estoy sola con Zyan.
—¿Rara en qué sentido?
—No en un mal sentido. Para nada. Solo me abruma no saber por qué me siento así y qué es.
Daryl agarró una de mis libretas que se encontraban en mi escritorio y un lápiz. Sonrió.
—Describe ese sentimiento, por favor.
Elevé una ceja.
—¿De verdad? —pregunté, incrédula.
—¡Déjame vivir este momento a mi manera!
—Está bien, está bien. —Elevé ambas manos en señal de paz.
Quise describir la «sensación» pero parte de lo que había dicho Say vino nuevamente a mi mente: “Creo que en algún momento de sus vidas se sintieron confundidos y dijeron “él/ella no siente lo mismo, es mi mejor amigo/a y no quiero arruinar nuestra amistad, así que me olvidaré de ello” y siguieron como si nada”.
La verdad era que sí me había pasado. Hacía dos años para ser exacta. No lo había compartido con nadie, ya que me daba algo de vergüenza y temía volver a aquello. Tuve mi breve momento en que miré a Zyan de otra forma. Una no amistosa. Todo comenzó cuando él me abrazó luego de haber cantado por primera vez en público. Estaba muy nerviosa y haber dejado mi timidez atrás había sido muy difícil pero él estaba ahí. Siempre lo estaba, haciéndome recordar lo valiosa que era y dándome sus palabras de apoyo que tanto me gustaban. Además de esos abrazos que me hacían sentir más segura que nunca. Nada podría dañarme cuando me rodeaban sus brazos.
