Valerie Sand, una chica que nunca tenía las agallas suficientes para convertirse en quien realmente quería ser.
Zyan Price, un apasionado guitarrista que siempre que comenzaba a escribir una canción, no era capaz de terminarla.
Y una pregunta, tan...
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(Recomiendo escuchar la segunda canción mencionada al msimo tiempo que Valerie y Zyan para una mejor experiencia)
ZYAN PRICE
Hice de aquel papel una bola y lo lancé a la basura de un solo tiro. Llevaba un par de semanas sin hacer el intento de escribir una canción, así que decidí fijarme si aquella inspiración que tanto esperaba había aparecido por fin. Lo cierto era que seguía sin gustarme lo que escribía. No tenía sentimiento, no tenía nada.
No quería escribir una canción así nada más sin que me hiciera sentir algo. No era mi meta.
Se me ocurrió escribir sobre la primera vez que toqué en un escenario junto a Blake y Levi pero, en definitiva, no me salía plasmarlo como lo había pensado en mi cabeza. Lo escrito en el papel era aburrido y básico, mientras que lo que tenía en mi cabeza era increíble y sentimental.
¿Por qué no podía encontrar las palabras adecuadas?
Hice todo a un lado en cuanto escuché a mi madre gritar que Ashley estaba aquí. Fruncí el ceño. Qué extraño. No avisó que vendría y además, era muy temprano para el horario en el que solíamos vernos. Eran apenas las dos de la tarde. Ni siquiera había llegado mi hora de ir a limpiar el bar.
Fue en cuestión de segundos que ella entró sin más y se acercó rápidamente para depositar un corto beso en mis labios.
—¡Hola! —exclamó—. Vengo a buscarte para tener un día de compras. Tengo una fiesta este viernes y necesito algo alucinante para ponerme.
Sonreí a boca cerrada.
—Por supuesto —contesté—. Puedo acompañarte unas dos horas, ya que debo trabajar.
Ella me miró incrédula.
—¿Crees que encontraré el vestido perfecto en solo dos horas?
—¿Sí?
—¡No! Es poco tiempo. Soy exigente. Te necesito para que me lleves todo el día.
Hice una mueca.
—Me gustaría, pero no puedo faltar al bar.
Ash volteó los ojos y se cruzó de brazos. Sabía lo que se venía. A veces, cuando le decía que no a algo, se enfadaba como nunca y hacía una extensa rabieta. En ocasiones me hacía sentir como si yo le hubiese hecho algo malo, pero la verdad era que me negaba solo si no podía hacerlo. De lo contrario, la acompañaba en lo que fuera.
