28. En venta, para que me la metan.

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Erelynn se había dormido con medio rostro recargado sobre su padre, que continuaba cargándola, él estaba petrificado del miedo al verse frente a Bashiri-rusta, que lo miraba atentamente. Él pensaba en cómo su mujer había caído en la prisión de dos tigres tan aterradores, letales, y había sobrevivido llevándose a uno de ellos como... ¿aliado? ¿mascota? lo que fuera que significara su lazo.

¿Sí había algo de magia en esa gente? El propio tigre tenía características que no había visto en otros, y sus ojos, parecían razonar como una persona... o no, y él estaba delirando a causa del miedo.

Beata se acercó al tigre y tras darle una inclinación de respeto, le tocó el lomo con una sonrisa.

—Ella salvó mi vida, la devolveré a su templo cuando sea seguro, a estas alturas, podrían sacrificarla por haber sido mi escape, así que solo está segura con nosotros.

Erenn escrutó a su mujer, y en un pestañeo, sobre ella vio a la del pasado, la que encogida y con mirada triste era solo inocencia tímida, luego volvió a la del presente, cuya mirada vacía y determinada parecía la de un cazador.

Él se sintió contrariado por ello, porque no era justo, no era ella.

Trató de entenderlo.

—La llevaremos con nosotros al palacio, con tu gente —preguntó él tratando de apoyarla, de ser lo que necesitaba.

Beata sonrió pareciendo más tranquila.

—Gracias, mi amor.

.......

Llegaron al palacio en la capital de Nanza con un aire de cansancio más personal, cada uno con su rostro serio o triste. Había victoria, pero todos estaban perdiendo algo. Calem fue dejado de nuevo en prisión.

La gente miraba a Beata y a Calem con repudio, miedo, tan metiches. Erenn lo notó.

En la noche, cuando ya todos dormían, el guerrero guío a Beata por los pasadizos de las mazmorras hasta llegar a una puerta más grande que las otras.

—No quiero que te sientas insegura de tu posición a mi lado—murmuró caminando adelante con una antorcha, Beata le seguía extrañada.

—No entiendo.

—Trato de no darle excusas a la vida para que nos aparte—entonces abrió la pesada puerta. Beata vio adentro, bajo la luz amarilla de sus antorchas, una figura encogida y pútrida en la esquina de la habitación.

Su ropa negra estaba deshecha, el hedor a heces y orina era tan insoportable que ella tuvo que pegar su brazo contra la nariz, conteniendo así el impulso a vomitar.

—"nada revivirá a tu puta" —Erenn habló con los ojos hundidos en el pasado— eso dijo, y no pude ejecutarlo por eso, solo hacerle sentir mi agonía, todo este tiempo.

Beata avanzó con el corazón en la mano hasta que la luz llegó al bulto pútrido que alguna vez fue un hombre.

—¿K-Khosvah?

Su primer esposo.

El anciano maldito, el padre de Erenn. Este continuó con la vista perdida, quieto, destrozado y tan viejo.

—Él ya no habla. Su mente está pérdida.

Estaba hecho un saco de huesos, piel y pelo. Encogido en el suelo, abrió los ojos ya blancos por la ceguera a causa de la perpetua oscuridad, los hongos en su piel lo habían consumido. Quiso sentir justicia, porque él había ayudado mucho a hundirla en el asqueroso destino que tuvo que enfrentar.

Nada más hubo piedad, angustia.

Pensó en su propia situación, en hacerle eso a su padre...

—¿Te alivió? ¿Hubo justicia, Erenn? —por algún motivo, los ojos se le llenaron de lágrimas.

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora