15. Sangrienta y soberana.

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Tras el colapso, hubo un absoluto silencio, Beata estaba muda y arrodillada en el suelo, con la mirada un poco desquiciada y ausente clavada en el suelo. Crisa continuaba abrazándola.

—¿Alguno tiene un poco de licor? —murmuró sin vida. Daster se lo ofreció con bastante respeto. Beata bebió de sopetón todo el contenido de su botella, el pobre guerrero parecía triste mientras la veía; Wei le tocó el hombro como dándole sus condolencias. Beata se limpió la boca con el regazó del brazo y miró a todos—. Volvamos al juego.

Tomaron de prisioneros a los doce soldados, atándoles las manos y poniendo grilletes unidos en sus tobillos. Todos emprendieron el camino cuesta arriba, hacia Racos.

Beata y Crisa lideraban, el monstruoso tigre caminaba al final.

La bruja sentía los pensamientos de Beata golpeándola, intentando abrirse a ella; no lo permitió. Por respeto, no chismosearía en su cabeza, solo iba a escuchar de su boca lo que vivió, pero la mujer parecía luchar por guardarse el espíritu infantil que había despertado la mención de Erenn.

—En Racos matamos a cualquiera que se acerque con intenciones raras—dijo Beata de repente—, yo solo fui por ese grupo de soldados, verte se sintió como un puñetazo que me devolvió a la persona que fui, ya no te esperaba.

—Lo dices como si tu yo pasado fuera un extraño—Crisa obvio lo último, intentando digerir que estaba en verdad ahí, con su mejor amiga hace poco "muerta".

—Se siente así—la bruja agachó la cabeza, pisoteada por el remordimiento de haber llevado a su amiga a eso, y quién sabe a cuánto más.

—¿Ahora las dos somos extrañas?

—Tenía miedo de pensar que sería así, Crisa—Beata levantó la vista, inhalando profundo—¿Ya metiste las narices en mi cabeza?

—No—la reina de Addana giró el rostro a la pelirroja, sonriendo de oreja a oreja, eso no lo había esperado.

—Tú sigues siendo mi mejor amiga—Beata parecía nostálgica—¿viniste a pesar del riesgo porque todavía soy tu amiga?

La bruja sacó de entre el cuello de sus abrigadoras ropas, el collar de rubí que Beata envió con su amado cuando este la salvó con su ayuda. Ambas lo vieron sonrientes.

—Mi única amada amiga.

—Así que todo seguirá entre nosotras como antes—Beata se pasó la mano por la cara, mostrando una impotencia y cansancio enormes—. Creo que no dormiré de ahora hasta que esté en esos desiertos.

Se tomaron de la mano con cariño y lealtad, asintiendo firmemente.

Racos resultó ser un antiguo y "abandonado" fuerte bajo tierra que estaba oculto casi en la cima de las montañas Bunia. Su entrada estaba escondida tras un cumulo bien armado de ramas y barro.

El primer recinto era rectangular, con pilares de doce veces un hombre promedio. Las paredes estaban pintadas con retratos místicos y hermosos, bailando, luchando, con personas montando bestias salvajes, las paredes eran de lisa piedra blanca. Sus ojos tenían gemas preciosas, aparte, había muchas lámparas, antorchas y chimeneas, que eran la única desventaja pues podrían encontrarlos por el humo emergiendo arriba, pero, el calor les acogió... junto a un grupo de diez hombres armados.

—¡Son mis camaradas! —señaló Beata en Verinto a Crisa y su compañía—pero, los soldados de Birren son suyos, llévenlos a la prisión.

Uno de los diez, que era un hombre barbudo y de trenzas blancas, se arrodilló ante ella y le besó los pies antes de decir:

—Mi princesa, ¿está segura de que podemos confiar en ellos?

Los nuevos visitantes observaban atentamente.

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora