Erenn pensó primero, en ir a la capital, y matar a todos los que pudiera, como un acto suicida que terminara llevándose a Calem a la tumba, pero, su hija, de nuevo desaparecida, lo detuvo. Y de todas formas, sin modo cercano de encontrarla, decidió hidratarse para estar fuerte y emprender la búsqueda de Erelynn.
Terminó en la primera taberna en medio de la nada. Aún estaba lejos de la capital.
Ya había bebido tres jarras de licor cuando Alaris y los cuatro guerreros llegaron al lugar.
—¡Nos asustaste!—Alaris se sentó en la mesa frente a él—Con todo respeto, no puedes ser tan inconsciente. Las heridas van a irritarse...
Él ni la miró, continuando con su bebida.
—Mi señor...—dijo Navill al lado de Alaris.
—Déjenme en paz—musitó exhausto—solo un momento, no quiero ser nada de lo que ustedes ven. No quiero nada de esto, solo beber mi trago una vez, en paz.
Ellos, sin alternativa tuvieron que sentarse al otro lado del lugar, les sirvieron cervezas a todos. La taberna era sucia, con cerdos en todas partes y excremento de estos en el suelo, que hicieron sentir peor a Alaris; le dio su cerveza a Wei.
El tiempo pasaba, y Erenn seguía bebiendo con la mirada perdida en la nada, tan quieto como miserable.
Entonces, alguien entró a la taberna llena de ebrios, Alaris se incorporó cuando el extraño hombre, escondido en una capa larga, se plantó frente a Erenn.
—Espera, Alaris—la tomó de la muñeca Navill—creo que sé quién es.
—Príncipe Erenn—le llamó en la mesa. Ante él, Ruslan vestía como cualquier plebeyo.
—Largo.
—Tan salvaje como siempre—el anciano se sentó frente a él, había respeto en sus ojos. Erenn siguió bebiendo, desinteresado—. Muraena me hizo buscar tu cuerpo, luego mis espías me dieron la buena noticia de tu supervivencia, fue muy difícil para ellos estar seguros, por eso vine yo mismo, te vi de lejos, y no pude evitar venir a saludarte.
—Con todo respeto, majestad—masculló Erenn bebiendo—no me queda nada que pueda beneficiarle, y me importa más este cerdo que Muraena—le echó el brazo al choncho recostado a su lado—, puede irse ahora.
—Razonable; ya no posees reino, ni una vida, no eres digno de mi princesa, pero ¿sigue funcionando esa mente tuya?
Erenn, que ya no se reconocía, sonrió con burla:
—¿Le parece que mi mente funciona?
—Las historias y los demás reyes te describen como un formidable asesino, un combatiente venerado que con ninguna lesión fue derrotado en combate, yo lo vi en el pasado, eso quiero de ti.
—Sí he sido derrotado —masculló con asco.
—Solo has sido derrotado cuando está ella—sonrió—. Sobre mi hija... ¡hombre! funciona como una estatua, así son las mujeres, si la muevo a una esquina no se resistirá, si le digo que salte lo hará, la vida entre mujeres es muy sencilla, no tienes que verla como un problema.
Erenn Bufó.
—Es porque usted no ha lidiado lo suficiente con las mujeres de mi familia.
—Un asunto delicado esa bruja tuya—tan duro como para romper la madera, Erenn estampó la jarra en la mesa; el Mitano entendió—. Me disculpo.
Fastidiado, Erenn se incorporó para irse. Ya no perdería el tiempo, encontraría a Erelynn, ya que estaba recuperado y desesperado.
—Si no deseas a la caprichosa de mi hija, lo aceptaré, vine porque quiero tus habilidades para mi guerra.
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El fervor del Príncipe|COMPLETA|
RomanceAlaris está tan devastada que en un arranque de locura terminó revolcándose salvajemente con quién juró matar, el asesino de su hermana: Calem Velzar. Acusada de alta traición por Erenn, no le queda más remedio que escapar de la muerte con el Prínci...