31. En las sombras del valor

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Como para él mi cuerpo se ve asqueroso en armadura, me puse una, mi armadura Nanzara, porque Calem no va a tener ese control sobre mí-perooo, Alaris ya se sentía mal con su cuerpo, quisiera o no.

Como él me llama su sol, uso este vestido dorado y gigante, con mi velo, mi corona de reina y mis labios rojos, los ojos delineados de negro, para hacerle muy feliz-pensó Beata, entregada completamente a Erenn.

—V-voy a vomitar, estoy muy nerviosa—Beata se giró hacia ellas, sonriendo más—¡Abrazo!

Las tres exclamaron risitas y chillidos, uniéndose en un tierno abrazo.

—¡Erenn es muy afortunado!—murmuró Alaris con ternura.

—El matrimonio es un estorbo, pero ¡qué rico tener un esclavo/guerrero en la cama! ¡Bien, golosa! ¡Amárralo ya!—continuó Crisabel.

Beata quiso llorar de lo inmensamente feliz que estaba. No quería pensar con pesimismo, iba a ser feliz, sin importar nada, tenía por fin a Erenn para ella sola, eran libres de amarse y gritarlo al mundo.

Escucharon el tronar de la campana que avisaba a todos para ir a la ceremonia, por vez primera, sería en el palacio, por protección. Ya iba a anochecer, se haría en la noche para honrar la boda de hacía años.

—Hija—Beata se arrodilló ante Erelynn. Le dio un beso en la frente y un abrazo cálido—. Crisa te llevará adonde estaremos tu padre y yo, no temas. Recuerda portarte bien. ¿Me das un abrazo?

Erelynn la abrazó, todavía no le decía directamente "mamá". Ella vestía de blanco.

—Ya es momento—se pasó las manos por el esponjoso vestido dorado y miró a Alaris, que le ofreció el brazo, pues esta la protegería hasta el altar. Beata tomó su brazo. Miró a Crisa, que acababa de tomar en brazos a Erelynn; les sonrió—Las amo.

—Y nosotras a ti—respondió Crisa con una hermosa sonrisa de tranquilidad y confianza—. Ve, majestad. Toma lo tuyo.

La nombrada asintió, retirándose de sus aposentos reales junto a Alaris. En el pasillo había, a cada lado, una hilera de siervos, sonrientes, empezaron a lanzar flores a sus pies, formando un camino colorido ante ellas.

Beata y Alaris sonrieron con gratitud; sus siervos se veían muy contentos por la boda. Y tras caminar por el pasillo, las siguieron, camino a Erenn.

Alaris pensó que quería estar en el lugar de Beata, por cómo era amada, y quisiera, que Calem fuera como Erenn, para recibirla con tanto fervor, pero no, desde que se mandaron mutuamente al demonio, hacia dos días, no había vuelto a verlo. Él debía estar merodeando por ahí, y aunque estaba siendo irresponsable, no podía del dolor, no podía verlo.

Tranquila—se consoló—, él ya no importa.

Alaris y Beata llegaron a los jardines del palacio con los siervos siguiéndolas mientras entonaban un canto bajo, propio del ritual; el canto hablaba sobre el sacrificio por la nación, todos llevaban antorchas, ante ellas, en el enorme y redondo piso de loza, justo a un lado del rio que atravesaba la ciudad y el palacio, se encontraban los sacerdotes, y las familias más ricas y nobles del reino. Todos rodeados de más antorchas; el suelo del camino hasta el altar se había decorado con muchos escudos planos y espadas, como era la tradición.

Una reina Velzar, una reina de guerreros, debía ser capaz de atravesar la guerra con tal de llegar a su rey.

Y Erenn la esperaba en el altar, con su armadura, también dorada. A su lado se encontraba el sacerdote, el altar estaba decorado con la gran escultura de la criatura Zem; un ave peluda con hocico de lobo y alas, cuerpo con forma reptil, el protector de los guerreros.

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora