De una patada, Alaris abrió la pesada puerta de madera de la gigantesca y lujosa biblioteca real. Erenn estaba sentado detrás de una mesita, leyendo papiros de tela junto a dos concejeros, estos se estremecieron por el escándalo, Erenn ni la miró.
—Te he dicho que las princesas no hacen eso, piojo—Alaris sacaba fuego por la nariz y con las manos hechas puños se plantó algunos pasos frente a él.
—¡No soy una princesa! ¡Mierda! ¡Yo soy una maldita soldado! —gritó quitándose los peines que decoraban su cabello y lanzándolos al suelo de un trastazo—Y mi lealtad sigue con Beata como para que me hagas recibir a su reemplazo.
—¡Atrevida! ¡Te podemos cortar la lengua por hablarle así a su majes...! —Alaris desenvainó su espada, señalando al concejero con una ceja enarcada.
—No estoy de humor para que me jodas—el concejero retrocedió aterrado.
Erenn dejó sus papiros y suspiró.
—Cuida tu tono, mocosa—masculló—. Déjennos.
Esperó a que ambos hombres abandonaran el lugar. La guerrera y el rey respiraban violentamente.
—¡¿Có-cómo me pides que te respete después de hacer eso?! —ella bajó la espada—¡Mierda! ¡¿Có-cómo pudiste?!
Su manzana se movió mientras clavaba la vista en una esquina, mostrándose de repente tan abatido y mal, que ella se tensó de pies a cabeza.
—Alaris, necesito que me ayudes con esto.
—Te has pasado tres años sumergido en cuánta guerra aparece, que porque te alivia el dolor—exclamaba ella agitando la mano—alejaste a Quelan y a Crisa, a todos nuestros amigos; nos encerraste en este palacio y me desvelaste noches enteras para convertirme en lo que Beata nunca fue, y siempre te apoyé, Erenn, en todo. Te sostuve cuando estabas a punto de matarte y tú cuando necesité una familia, pero hasta aquí llego yo.
—Eres la única que no se ha rendido conmigo—murmuró infeliz—también te debo mi vida, solo escucha.
—¿Escuchar? ¿Que el poderoso demonio Velzar, que pasó años pudriéndose en su propio sufrimiento, entregado a la muerte para sentir menos dolor, ahora se va a casar sin más? No sabía lo fácil que es reemplazar a mi hermana.
Su rostro se crispó a través de la tupida barba, haciéndola temblar.
—No creas que la confianza que te he otorgado te da el permiso de cuestionarme tan deliberadamente—gruñó él con las manos temblándole—¡¿Qué puedes saber tú sobre lo que siento con esto?!
Su rugido aterrador atravesó el lugar, y Alaris entrecerró los ojos de miedo.
—Sé que...—agachó la cabeza llena de una gran pena—la lluvia corresponde a la tierra como las estrellas al cielo, y de ese modo tú a mi hermana—involuntariamente se acercó en débiles pasos—. Veo en esa princesa Mitana a una persona común y frívola, no puedes ensuciar el lugar de Beatalyn así, todo lo que vivimos...
—Soy más mercenario que rey, Alaris—sus ojos exhaustos y rotos se alzaron a ella—casarme con esa idiota es un trabajo que Quelan me asignó. Mi reino está empobrecido gracias al mal liderazgo de Khosvah; como aliados no servimos...
—Pero no hay mejores guerreros que los que se entrenan aquí.
—Y somos una nación devastada por plagas y la corrupción del reinado anterior. Sobrevivimos el día a día. Quelan quiere que nos adueñemos de Mita y la puerta es mi matrimonio con la princesa. Apenas tenga la oportunidad de matar a su padre, me desharé de ella.
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El fervor del Príncipe|COMPLETA|
RomanceAlaris está tan devastada que en un arranque de locura terminó revolcándose salvajemente con quién juró matar, el asesino de su hermana: Calem Velzar. Acusada de alta traición por Erenn, no le queda más remedio que escapar de la muerte con el Prínci...