23. Amante roto.

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—¡Muchachoooos! —gritó Alaris con lágrimas en los ojos, corriendo hasta sus amigos. Navill, Zarin, Shee-wan, Li, Arasen y Torjo, ellos estaban parados en la entrada de la casa. La noche era oscura, su corazón dolía por las duras palabras de Erenn en el carruaje.

"¡piojo!" ¡niñita! "fea" "¡camarada!" dijeron ellos rodeándola para darse un amistoso abrazo grupal.

-Los lloré tanto. Creí que Erenn les había asesinado-se negó a llorar, porque era una guerrera, no podía frente a ellos.

-Tenía muchas ganas, pero-Shee-wan acariciaba a su ave mensajera-decidió encerrarnos ya que nuestro crimen era con buenas intenciones hacia ti, y fingimos que no sabíamos nada de Calem y tú.

-Yo sí recibí una larga golpiza-sonrió Navill tocándose la cabeza con pesar-, pero, no pasa nada, boba. Tuvimos un merecido descanso, nuestro encierro estuvo lleno de banquetes y aburrimiento, por poco y terminamos los seis de novios. Eh, ¿Estás borracha?

Ella rio con las mejillas demasiado rojas.

-Deberías ver a mi hermana-todos se giraron adonde ella señaló. Erenn salía del carruaje cargando a Beata sobre la espalda, esta no dejaba de intentar bajar la mano hasta el trasero del hombre, haciéndolo gruñir-. A-adorable.

Navill sonrió de oreja a oreja, poniéndole la mano en el hombro.

-Lo logramos. La reina ha vuelto y tú con ella, ya no pareces solo una asesina triste. Estoy feliz.

-Gra-gracias-sacudió la cabeza-Pasemos. Nos merecemos una cena juntos.

Ebrios, cenaron en el jardín, sin saber que Calem los estaba observando desde el único agujero de luz en su celda un poco bajo tierra. Él vio que los hombres la abrazaban, que Navill le besaba mucho la mano.

-¡Por cierto, vi a tu Paki! Sigue feliz junto a su amante, ya no utilizan armas-dijo Navill con fastidio-, te manda esto.

Y le dio un beso en la mejilla mientras decía al mismo tiempo:

-Me encantan los huevos de Rumi-ella abrió la boca, negando mientras los dos se carcajeaban porque lo había hecho todo de una forma muy femenina y blandengue, burlándose del pobre imbécil.

Calem vio, gracias a las sombras y al fuego escaso, con su corazón partiéndose, que había entre ellos una ternura intima que le hizo enfurecer y empezar a golpear la pared, queriendo salir y despedazar al maldito soldado.

Navill le había dado un beso afeminado en la mejilla a su amiga, a modo de burla.

Calem vio, cegado de odio y por la oscuridad, que se habían besado en la boca.

Él, ese mosquito idiota había tocado a su Alaris. Bajó la cabeza, queriendo empujarla lejos, pero, tomó de sus calzoncillos un pequeño pedazo de madera que estaba tratando de transformar en un juguete para el bebé que ella estaba esperando. Había trabajado todas las noches con una roca de la celda, aquello le dio esperanza, el amor que ya sentía por el hijo de ambos.

—Oyeeee—dijo uno de los guerreros muy divertido, Calem escuchó sin querer—, pero estás más flaca que antes, ¿Y tu barriga de embarazo?

—¡¿Qué?! —gritó ella—¡¿Qué demonios, Shee?! ¡No bromees con eso!

—¿No estás embarazada de Calem? —Navill parecía absorto de emoción—¡Todos los rumores dicen que sí!

Alaris se carcajeó hasta que no pudo respirar bien.

—¡Miren! —Calem sintió más furia al verla levantarse la camisa de hombre y mostrarles a todos su abdomen demasiado plano y terso, pero eso lo desmoralizó completamente—. Si yo me hubiera embarazado de ese traidor, les aseguro que con mis propias manos me hubiera cortado la barriga para terminarlo.

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora