Él Estaba de vuelta en la oscura prisión.
—¿Quién anda ahí?—Calem sacudió su cuerpo encadenado en un tronco, con los brazos sobre la cabeza, al notar el sonido de unos pasos entrando en el enorme y oscuro lugar.
De la penumbra emergió ese cuerpo hermoso que conocía a la perfección. Sonrió cariñosamente, sintiendo que los dedos le picaban.
Ella vivía, y sin importar lo demacrada y vacía que lucía, era una hermosura. Se envolvía con una cobija café, estaba todavía en camisón. Su cabello oscuro estaba semi-recogido.
—Alaris—su nombre era alabado entre sus labios, pero la nombrada sólo le miraba con amargura, no había nada—. no sigas enojada conmigo, yo no soy tu enemigo. Y-yo... quería... quería, no sé, si salgo de aquí, que fueras mi...
Ella sonrió con rabia, haciendo a Calem callarse.
—Ahora lo entiendo—ella miró al suelo—. La razón por la que siempre te causaba tanto dolor ver el cielo soleado o cuando el astro salía al amanecer—Calem se tensó—el sol te recordaba a ella porque Erenn así la llamaba, o eso me dijo Crisa, él la llamaba así mientras le quitaban los dedos.
Calem se quedó frío.
—Lo que hiciste, la tortura por la que pasaste... no fue para ayudar a una amiga—hablaba lento pero firme—todo, desde hace tres años, fue porque la amabas—levantó el rostro triste a él—hoy sigues amándola.
Y sus ojos nunca fueron tan insoportables de sostener.
—¿Eso te dijo tu maldita bruja?—escupió imperturbable. Alaris sonrió con más tristeza.
—Lo entendí cuando fui herida; ¿Por qué Calem me interrumpiría en el preciso momento en que yo iba a decirle a Erenn que su mujer vivía? ¿Por qué haría algo tan estúpido como exponer su identidad cuando sabía que Erenn no escucharía más y nos mandaría al demonio?—sus labios se arrugaron—porque aún no soporta la idea de que su amor este con otro.
Los ojos de ambos bailaron entre la leve luz, brillantes. Calem cerró los suyos suspirando.
—Y dices que no me conoces—Alaris se llevó la mano a la cara, sintiendo un golpe en el pecho. Su respiración temblorosa no le pasó desapercibida a Calem—No deberías enfrentarme de esta manera si me dejaste en claro que solo me ves como un amigo.
Alaris bajó la mirada; eso era un sí.
—El don de leer los corazones de la gente—su voz era suave—eso dice Crisa que tengo, piensa que poseo un poco la capacidad de las de su clase—tomó aire—he estado enamorada de ti desde que era una sirvienta aquí, Calem, siendo una niña muy en el fondo fantaseaba contigo, y te hubiera dado todo esa noche en el balcón, pero sentí algo más en tu corazón...
—¿Qué?—Calem palideció—¿Qué, Alaris?
—Entendí estos días lo que era; mi hermana. Te rechacé por lo que sentí en ti—el silencio de Calem se lo confirmó—admito que tengo un gusto pésimo con los hombres. Tú y Paki son parecidos—soltó una risa débil—eres mejor que él, al menos, nunca me juraste amor eterno.
—Al final fue más que eso—dijo de repente, abrumado—Te creo, ¿Bien? lo que siento por Beata es enorme, pero hay algo contigo que me cuesta entender y... y yo necesito probarlo. A-acéptame.
—¡No quiero tus migajas!—lo miró con amargura—Pasé tres años como la estúpida enamorada de la que todo el mundo sintió lastima. No, Calem—su cansancio le salía por los poros. Le dio la espalda y el susodicho sintió miedo—como pago por tus pocos esfuerzos intentaré que Erenn te libere, pues con Beata a su lado dudo que siquiera le importe si vives o no.
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El fervor del Príncipe|COMPLETA|
RomanceAlaris está tan devastada que en un arranque de locura terminó revolcándose salvajemente con quién juró matar, el asesino de su hermana: Calem Velzar. Acusada de alta traición por Erenn, no le queda más remedio que escapar de la muerte con el Prínci...