4. El comienzo del fin.

10.7K 1.2K 490
                                    

A veces, sueño con su voz.

Es como si me abrazara de nuevo.

Erenn entreabrió los ojos, despertando solo, ebrio, rodeado de copas y jarrones de vino vacíos, con la mejilla pegada a la tierra.

Antes creía que ella me acosaba, ahora sé que yo soy su acosador, me gusta demasiado su risa, su boca, su forma de ser, su aroma inexistente. No puedo dejarla en paz.

Sigo enamorado de algo que no existe.

Estaba tirado en el suelo del templo funerario de su muerta mujer, golpeado y debilitado por el alcohol.

¿Cómo pasé de tanta felicidad a esto?

Dormía más cuando se quedaba allí que en su cama de rey.

No puedo curarme de su veneno dulce.

—¿Majestad? —él miró a la entrada del santuario, allí estaba la tímida Alania, detrás, varios siervos con la mirada en el suelo—Disculpe, pero, no encuentro a Alaris.

❃❃❃❃❃❃

Alaris corría por los jardines traseros del palacio, dirigiéndose a la casa de armas con la cara mojada en sudor y el palpitar del corazón en los oídos gritándole que era una zorra traicionera.

Apenas parpadeaba veía los labios, el cuerpo, lo que le hizo ese hombre entre las piernas.

Había robado el caballo de Paki y entrado a escondidas al palacio. Siempre que Erenn estaba en casa, los entrenaba desde la madrugada. Estaba aterrorizada por enfrentarlo.

¡Lo que le hice a Erenn es imperdonable! No merezco nada bueno.

—¡Eeeeh! —por su camino se atravesó un guerrero alto y delgado. Ella se detuvo torpemente, para evitar golpearse contra él. Era Navill, una vez, el guerrero más joven de Erenn; ahora, un militar de alto rango—¿Se puede saber en dónde demonios estabas? ¿Y esos moretones en la cara? ¡Hasta te mordieron el cue... e-espera, ¡eso se ve como lo que le hago a las mujeres cuando...!

Ella se subió la tela de la armadura, cubriéndose torpemente el cuello.

—¡Me mordió una rata dorada! ¿Dónde está su majestad? —interrumpió incapaz de afrontar lo maldita miserable gusanera que era.

—No se ha dado cuenta de que estuviste fuera toda la noche—hizo una mueca—no asistió al entrenamiento sino hasta hace un momento. Alaris, anoche se embriagó, tú sabes que él nunca bebe, y...

Alaris se llevó las manos a la cara, controlando el odio a sí misma por ser una cochina traidora.

—Te ves muy mal, ¿Estás enferma?

—Nav—murmuró agachando la cabeza, porque él era su amigo más cercano, su lugar seguro y su confianza. Las lágrimas empezaron a salir sin que quisiera—¿Me abrazas?

Él lo hizo de inmediato, y Alaris lloró, aunque para ella el sexo era como comer, tan impersonal, tan común, sabía que había sido su peor error acostarse con Calem para sacarle información. Se sentía ahora usada e indigna de todo.

—¿Qué pasó, Lari? —Navill estaba tan consternado.

Ella cerró los ojos, con su interior doliendo demasiado.

—Todavía no estoy segura.

❃❃❃❃❃❃

Al entrar a la casa de armas, que era una edificación de tres plantas en cuyo centro había un campo verde de entrenamiento, Navill y ella se encontraron con Erenn, tan gigante, con músculos enormes, luchaba solo con sus puños contra seis guerreros armados con palos. Él era una bestia despiadada dándoles una paliza, fiero, parecía invencible, maligno.

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora