Yo ya había vivido la sensación abrumadora de tener a la muerte cerca, dando a luz, sobreviviendo a todo lo que me había pasado al lado de Erenn, pero nada parecido a tener la muerte frente a mí con esos ojos demenciales y un gancho de carnicero, era Dreven acorralándome ese último día de mi libertad, en la choza. Por primera vez me consideré una víctima indefensa, siempre lo fui, pero todo cambia cuando uno lo cree completamente.
Quería que Erenn conociera a nuestra bebé, porque sabía que le robaría el corazón, pero, la pequeña criatura que nuestro amor trajo al mundo ya era una víctima de todos nosotros... ni siquiera sabía hablar y sus enemigos eran tantos como los míos, tenerme por madre la condenó.
Dreven temblaba más que yo, no tenía madera para matar. En mi desesperación tomé eso, me arrodillé y prometí ser su esposa y darle todo si me salvaba, prometí las estrellas para él.
Darle mi cuerpo, mi espíritu.
Al fin mi belleza no estaba en mi contra.
Bien, pero sin la pequeña bastarda—había dicho él mientras colgaba el cadáver de una mujer en el techo—tu cría se queda, ellos la quieren.
Era solo un bebé indefenso, dependía de mí y yo de ella; debía amamantarla, necesitaba ser protegida y amada, había salido de mí, ¿cómo iba a dejarla allí si él dijo que no estaba solo? Varios mercenarios de mala muerte y bandidos correteaban el bosque buscándonos.
Mi hija, mi sangre, la sangre de mi amado, nunca la abandonaría.
Le golpeé la entrepierna a Dreven, y todavía sangrando por el parto, tomé a Erelynn y corrí, ¡Corrí! Era un bosque grande, rogué porque ningún monstruo estuviera en mi camino, pero esos dos esperaban tras un árbol, y me estrellaron el mango de su espada apenas pasé. Rompieron mi boca y al caer me tomaron por el cabello y arrancaron a Erelynn de mis manos mientras ambas gritábamos, nunca tuve tanto miedo en mi vida. Esa... esa maldita perra la soltó a propósito y Erelynn cayó al suelo rodando entre gritos, ella me llamaba, lo sé, tenía frío, dolor.
Su llanto, su llanto...
Todavía me persigue, la rabia de tenerla frente a mí y no poder protegerla; perdí mi dignidad al suplicar piedad, me golpearon más, no importaba, era su madre y fui incapaz de defenderla. Entre la niebla del golpe vi a Dreven llegar, también había caballos, siguieron propinándome patadas, les rogaba que no hirieran al bebé, Takeshka quería matarla aplastándola con sus pies, pisando a mi bebé recién nacida. Dreven me amaba tanto que no detuvo ese ataque a nosotras.
Entonces Shem, la mano derecha de Erenn, nuestro amigo, el que asistió al festejo de mi boda, estrelló mi cabeza contra la tierra en un último golpe que me hizo perderme. La Takeska que tanto amó al guerrero gritó que necesitaba matar a mi hija para que Erenn le perteneciera. También era hija del objeto de su obsesión ¿Cómo pudo pensar eso? ¿Cómo no me di cuenta del monstruo que era?
Tal vez de ella podía esperarlo, pero ¿Por qué Shem? ¿Qué pude hacerles para que sintieran la necesidad de matar a mí inocente Erelynn? Merecí todo lo que vino después, porque... me desmayé dejando sola a mi pobre bebé.
No valgo nada.
Desperté drogada en un barco navegando a Birren; mi madre estaba detrás de todo. Contratando a cualquier mercenario para encontrarme, dio con Takeshka y Shem; ordenaron dejar el cadáver de una doncella de Birren que siempre usaron para suplantarme en eventos peligrosos cuando mi Padre estaba en guerra. Yo ya había muerto para cualquiera que pudiera ayudarme, para los que me amaban. Al llegar a Birren solo Padre estaba al tanto, pero él había enloquecido de furia, le había encomendado a mi Madre llevarle a Erelynn, no a mí, a ella no le importó.
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El fervor del Príncipe|COMPLETA|
RomanceAlaris está tan devastada que en un arranque de locura terminó revolcándose salvajemente con quién juró matar, el asesino de su hermana: Calem Velzar. Acusada de alta traición por Erenn, no le queda más remedio que escapar de la muerte con el Prínci...