Beata se levantó en la madrugada para ir al patio a entrenar con su espada. Había aprendido ciento veintiséis movimientos diferentes y era bastante fácil olvidarlos si se descuidaba. Vio su reflejo en el filo del arma, estremeciéndose porque la espada simbolizaba su libertad y su miseria.
—Necia—escuchó de repente a sus espaldas—. Me tienes a mí, Beata, no necesitas saber usar un arma.
Ella sonrió girándose para verlo recargado en un pilar de la casa, llevaba solo una pequeña tela casi trasparente amarrada alrededor de las caderas, para cubrirle, pero acentuaba más su trasero y genitales, lo demás en él era un bulto de músculos grandes y piel demasiado cicatrizada. Tan fuerte, tan sensual con sus ojos felinos.
—Yo ya sé usarla-lo señaló con el arma—. Esta noche la meto yo.
Él enarcó una ceja, dando un distraído paso adelante para levantar un palo del suelo y moverlo entre sus manos sonriendo con picardía.
—¿Qué pasa si te derroto?—Ella tragó saliva, poniéndose nerviosa, escuchaba los latidos de su corazón, el estómago le brincó. Su amante era un monstruo enorme delante de ella, que a duras penas le llegaba en altura hasta los pezones. Pero, bueno, Beata ya había peleado contra otros, había hecho cosas grandes, podía... ¿Cierto?
—¿Qué pasa si yo gano?—respondió dejando caer la falda de la ropa de dormir al suelo, quedando con las piernas expuestas y un pequeño calzón triangular cubriendo los genitales. Se puso la espada sobre el hombro con confianza, empezando a rodearlo con un movimiento de caderas y trasero que volvía loco a los hombres, la trenza de ella se balanceaba. Le sonreía desafiante.
Erenn la miraba con una hambre pura y descontrolada, empezando a caminar también en círculos, dándose una vista perfecta y sexual de ella.
—Te doy mi virginidad —ella rio alegre poniéndose en posición de pelea tras pasarse la mano entre los pechos.
—Acepto tan noble ofrenda. Y quiero que sea una lucha en serio, no me muerdas las tetas—Él abrió los ojos como platos.
—¿Cómo lo supiste?—ella lo miró incrédula.
—Instinto.
Él sonrió arrebatadoramente y se lanzó hacia Beata como un cazador astuto pero tormentoso, pues fue rápido, aguerrido y aterrador por su gran tamaño y fuerza bruta. Ella pudo esquivarle fácilmente, girando sobre sus pies y levantando la espada para recibir la de él; ambas chocaron con sus dueños sonriendo.
Erenn peleaba con una fuerza indiscutible, si ella se dejaba debilitar en lo más mínimo, la podría hacer pedazos, pero Beata se sorprendió de lo ágil y ligera, girando a su alrededor, casi danzando mientras sus espadas chocaban, en una pelea donde se extasió de felicidad por dar pelea al feroz guerrero.
El tiempo pasaba, pasaba y Beata fue cansándose, sus espadas chocaban, ambos saltaban, giraban, corrían, se devolvían, una capa de sudor la lavaba. Por ello, cuando volvieron a chocar sus espadas, él le lanzó una patada, y mientras ella trataba de esquivarla, giró, pero giró tan mal y torpe que el tobillo se le dobló, cayendo. Erenn le pasó el brazo por el abdomen, sosteniéndola y pegándola a él de un tirón veloz, pero, para sorpresa de Beata, le puso el filo contra el cuello.
Trasero contra huevos, cabeza contra pecho, pegadísimos y mojados, ambos respiraban entrecortadamente, quedándose quietos.
Sobre ellos estaba nada más la luz de la luna, eran ellos dos, sus respiraciones, el calor cómodo, la confianza. Beata se quedó en blanco, atrapada por la magia de ambos, por la noche sobre ellos, la vida era dolor y esos momentos indescriptibles que le aguaron los ojos.
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El fervor del Príncipe|COMPLETA|
RomanceAlaris está tan devastada que en un arranque de locura terminó revolcándose salvajemente con quién juró matar, el asesino de su hermana: Calem Velzar. Acusada de alta traición por Erenn, no le queda más remedio que escapar de la muerte con el Prínci...