26. Del mismo hierro

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—Calem, me preocupa que secuestres a mi hermana si te libero. Hoy no—a pesar de que sus palabras le causaron gracia al rubio, Beata estaba pálida, triste, no apartaba la mirada perdida de al frente. Erenn parecía completamente igual, ambos teniendo que tragarse lo que sea que estuvieran sufriendo para guardar las apariencias. A Calem pocas veces se le escapaba la cursilería ajena.

Quiso, muy en el fondo, susurrarle a Beata que él no creía que Erenn hubiera embarazado a Muraena, pero al demonio, no iba a ser liberarlo, no habría consideración de su parte. De hecho, tampoco tendría consideración con Alaris luego de ese beso de traición con Navill.

Había sido muy bueno hasta ahora, y ya se había cansado.

❃❃❃❃❃❃

—Navill, ¿Dónde está la estúpida de Mita?—dijo Alaris caminando dura y rápida entre las enormes formaciones de los soldados de los distintos reinos y tribus que rodeaban el recinto Juri, donde continuaban la reunión los reyes. Había escuchado la casi ejecución de su hermana a manos de su propia madre, sabía de inicio a fin el sufrimiento de su hermana, que era su adoración, ¡No iba a seguir permitiendo que la humillaran!

Él levantó las cejas, caminando a su lado con igual rapidez.

—¿Para qué buscas a Muraena?

—¡Negocios! —él suspiró profundamente. Pero al ver muchos, muchos pasos adelante, antes de los árboles y un camino que se abrí al lado izquierdo, vio a la zorra caminando muy triunfante, y mirando a Alaris sobre el hombro con una sonrisa victoriosa—, es como una tarántula.

Y Alaris empezó a dirigirse hacia Muraena, que se perdió entre el camino y los árboles que daban al lago.

—Les recuerdo que por ser tolerantes en el pasado nos aplastaron como cucarachas—Crisabel apareció de repente al otro lado de Alaris, siguiéndoles el paso con la misma decisión, los dos amigos la miraron ceñudos cuando sacó su daga del cinturón como una lunática—¡Yo quiero las orejas!

—Dame eso, loca—Alaris le arrebató la daga—. No te pongas tan creativa.

—Escuché todo lo que dijo el viejo—Crisa hizo crujir su cuello—. Nadie se mete con mi amiga. Lo que quieras hacer, estoy dentro.

—Mis señoras—Alania llegó a ellas cargando a Erelynn, la escolta de guerreros que las cuidaba se quedaron atrás por orden de Alaris, no necesitaba que luego los ejecutaran por su culpa—La princesa quiere...

—Ti... eh... tía ¡Alalis!—Erelynn extendió los brazos hacia ella, que derrotada la rodeó y alzó en brazos—¿Vamos a hacel pum con la espeda?

—Espada—tomó aire, preocupada de involucrarla—. Maldita sea.

—O eres una buena tía y te vas con Erelynn a jugar a pelearse o...

—Hoy te voy a enseñar un juego raro que no debes hacer a menos que te hagan enojar—la niña no entendía nada, pero los cuatro se dirigieron hacia el lago.

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—¡Putaaaaas!—gritaba Muraena retorciéndose entre las manos de Crisa, Alania y Alaris.

—¡Tenle bien las manos, Alania! —gritaba Alaris intentando abrir las piernas de la maldita princesa mientras Crisa estaba echada sobre el torso de esta, que tirada en el piso no paraba de quejarse.

—¿Qué pasa? —dijo Erelynn con inocencia. Navill la cargaba en sus brazos y la pobre niña tenía cubiertos los ojos con un listón grueso. Al tratar de quitárselo, Navill le puso la mano en la cara. Él estaba parado a la orilla del lago, observándolas espantado—¡Quelo velho!

El fervor del Príncipe|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora