16. Desencantado.

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Esa noche estuvo llena de pensamientos. Tenía tantas cosas en las qué pensar que no pude dormir hasta que mi cerebro no pudo más. Había pensado en mi pasado, en mis amigos, en los problemas que tenía cada uno... La mayor diferencia era que esta vez no sólo pensaba en los problemas y ya, sino que también intentaba encontrar una posible solución que involucra mis visiones.

Pensé en que podría intentar buscar una mejor solución para el problema de Tina. También en cómo podría evitar que Max brincara del techo de la escuela (cosa que medité tanto que me dolía la cabeza). E incluso intenté buscar la manera de ayudar a Brandon con su problema de violencia intrafamiliar.

A medida que pasaban las horas, lo único que lograba era pensar en círculos. Pasaba de Tina a mi pasado, de mi pasado a Brandon, de Brandon a mí mismo, y de ahí a Max. Todo era un alboroto tan grande en mi mente que no me sorprendí cuando comenzó mi sueño, o mejor dicho, mi pesadilla.

Sabía que algo andaba mal. No sólo por el ambiente hostil en el que me encontraba, sino por los murmullos de la gente a mi alrededor.

Sabía que había estado ahí antes, pero no sabía cómo. Nunca había visto ese lugar antes.

Estaba en una habitación completamente blanca. A mi disposición no había más que una camilla, un retrete, un lavamanos, y un par de libros en el suelo. No había ventanas, pero sí un ducto de ventilación no más grande que una sandía en la parte superior de una de las paredes.

Frente a mí, una gran puerta metálica con una pequeña rendija se burlaba de mi emprisionamiento. No necesitaba probarla para saber que estaba bloqueada.

Junto a la puerta había un gran botón blanco. Por alguna razón, no lograba ver las palabras que había en él. Se veía borroso, como si la visión no quisiera revelarme lo que era aún.

Comencé a escuchar alboroto fuera de la habitación. Abrí la rendija e intenté ver lo que había fuera en el pasillo. Lo que vi me dejó tan confundido como antes.

Unos adultos vestidos como astronautas escoltaban a unos chicos a lo largo del pasillo. Llevaban unos trajes blancos que me recordaban a los de los Power Rangers, con cascos, botas, guantes y todo. Supe que debían ser alguna clase de guardias de seguridad dado a que cada uno de ellos portaba un paralizador en el traje y un bastón junto a este.

Los chicos iban vestidos con trajes completamente blancos igual. Remeras con etiquetas que llevaban sus nombres, pantalones y zapatos, pareciera que estaban de camino a una pillamada demasiado formal.

Sabía que algo andaba mal con eso, no era necesario preguntar. Los guardias, al menos unos seis en total, comenzaron a abrir las habitaciones de una en una, metiendo dentro a dos chicos a la vez. Poco a poco fueron avanzando, y yo pude observar que todas las habitaciones eran iguales a en la que me encontraba yo.

Me sorprendía lo infelices que parecían estar aquéllos chicos. Parecían estar en un manicomio, y dado a que el lugar era bastante parecido a los que había visto en películas, probablemente lo era.

Pero la pregunta era: ¿Por qué veía esto? ¿Qué tenía de importancia que yo tuviera ése sueño?

Sabía que era más una visión que un sueño porque estaba consciente de lo que hacía. Y sabía que mis sueños eran diferentes... o, ¿lo eran?

La verdad era que pocas veces recordaba mis sueños. La mayor parte del tiempo tenía recuerdos leves sobre lo que había ocurrido, pero siempre terminaba olvidándome de ellos. Claro, siempre estaban aquéllos extraños sueños que de pronto recordaba porque me parecía que se acababa de volver realidad. Y nunca me daba cuenta de que había visto el futuro hasta ese momento. E incluso entonces nunca estaba seguro de que en realidad hubiera soñado algo de lo que según yo era un deja vu. Sólo sabía que mi cerebro me decía que había visto todo eso en el pasado, cosa que era imposible bajo circunstancias normales. Pero dado a que mi presente era todo excepto normal, creía sin duda de que ése sueño algún día se volvería realidad.

Deja vuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora