24. Una unión anormal.

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Una vez vi un programa de televisión con mis padres sobre una clase de instituto que trabajaba en reparar a los homosexuales de su dicha enfermedad. Era muy chico para entender alguno de esos términos, pero sí recordaba que los hombres que salían en ese programa parecían ser muy miserables. Sus rostros habían estado carentes de alegría, como si algo hubiese succionado toda la felicidad de sus vidas. ¿Sería eso lo que quería lograr Mario? ¿Privarnos de nuestra felicidad? Yo simplemente no lograba entenderlo.

Tina me sostuvo antes de que cayera al suelo por culpa de mi repentina visión. Al enfocar la vista y agudizar el oído pude escuchar a Mario Domínguez hablando sobre lo que planeaba para el futuro. Entre los murmuros de las personas cercanas a mí y el constante quejido proveniente de Tina, pude escuchar que Mario parloteaba sobre terapias de conversión nuevas, algo sobre química estando involucrada en el proceso...

No pude más con ello. Me senté en el suelo sólo para llenar mis palmas y mi trasero con frías gotas de agua que habían comenzado a caer del cielo. Puse mi cabeza entre mis piernas y gruñí para mis adentros de la frustración que me causaba todo el tema.

¿Por qué no pueden dejar el tema en paz?

"¿Cody?" una tierna y dulce voz llamó mi nombre. Al voltear hacia arriba pude ver los ojos miel que tanto me gustaban brillar tan fuerte como dos soles en contraste al grisáceo cielo nublado. No fue hasta que puso su suéter alrededor de mí que me di cuenta de que había estado temblando.

La tarde se había puesto bastante fresca, y las gotas de lluvia no ayudaban mucho a la situación. Pero lo que sí me ayudaba a sentirme mejor era la hermosa sonrisa que me dedicaba Max desde arriba.

"Vamos, arriba." Max me tomó del brazo y me levantó con ayuda de Brandon. "Ya todos están entrando."

"¿Qué? ¿Por qué?" murmuré yo entre los constantes brincos que daba mi mandíbula.

"Se acabó la huelga, Cody. No hay manera de que ganemos ahora."

"¿T-tina?" la llamé, pero no la podía ver en ningún lado.

"Ella entró hace rato. El director le pidió que pasara con él y con su hermano antes."

"¿P-por qué todos entran?" repetí en voz alta al ver a las sombras apresuradas que estaban por entrar al edificio al que Max y Brandon me arrastraban.

"Deberíamos llevarlo a la enfermería," sugirió alguien a mi derecha. ¿Había sido Brandon o Max? ¿Había estado con ellos?

"Sí, creo que sí."

"P-pero estoy... bien." Cerré los ojos y, una vez más, me sucumbí ante los efectos de la visión a los que tanto me había acostumbrado ya.

Esta vez mi visión no fue clara. Aunque... ¿Cuándo lo eran?

Al abrir los ojos, me encontré en medio de muchos escombros, rodeado por fuego, humo y polvo a diestra y siniestra. No importaba a qué lugar volteaba, siempre había fuego obstruyendo mi pasada. Atrapado por las gigantescas llamaradas rojizas que se burlaban mientras bailaban a mi alrededor.

El fuego se extendía cada vez más hacia mí. Me amenazaba con carbonizar mi cuerpo entero, pero yo no estaba dispuesto a convertirme en hamburguesa en ningún futuro cercano, así que comencé a concentrarme en algún otro lugar con los ojos cerrados. Justo como Poryes me había dicho en el pasado, la visión estaba en mi mente. Había dicho eso, ¿cierto? Creía que sí, así que me arriesgué a cerrar los ojos aún más fuertemente. Por un momento juraría que pude sentir el calor de las llamas subiendo por mis piernas desde mis pies hasta mis rodillas, y desde mis rodillas hasta mi cintura. Le ordené a la visión que cambiara de escena a lo primero que se me vino la mente.

Deja vuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora