29. Doméstico.

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Tenía ganas de golpear algo. Eso no podía estar pasando, y tenía ganas de golpear algo. ¿Quién en su sano juicio le daría a un loco como Domínguez el poder para crear una organización dedicada a descubrir una cura para homosexualidad? Entendía que quisieran "ayudar", pero buscarle una cura a algo que no es una enfermedad simplemente era ridículo. Bien podrían estar buscando la cura para ser zurdo.

La primera vez que Domínguez habló sobre un centro de conversión, no lo tomé muy en serio (en parte porque comencé a perderme cuando comenzaron las visiones). Creía que estaba igual de loco que su hermano, el director de mi escuela. Tal vez era de familia odiar tanto a los homosexuales y ser estúpido en general. Pero ahora que veía qué tan conocido era y cuánto poder tenía, simplemente no podía evitar pensar que las cosas se pondrían peor y peor.

"¿Estás bien?" fueron las palabras que me regresaron a la realidad. Brandon estaba junto a mí, rodeándome con un brazo. Había guardado el teléfono hacía quién sabe cuánto tiempo, pero yo continuaba con la mirada en la misma dirección hasta entonces.

"Sí," respondí en un tono bajo. "Sólo pienso si una soga será más efectiva que pastillas cuando vaya a matar a Mario Domínguez."

"Estoy seguro de que ambas te mandarían directo a la cárcel."

"¿Importa? Le habría hecho un favor al mundo."

Brandon rio y palmeó mi espalda. "Ya verás. Todo esto se resolverá de alguna manera sin la necesidad de que te conviertas en un asesino serial."

"No voy a matar cereales, sólo a homófobos estúpidos," le respondí con una sonrisa.

"Deberías. Los cereales te temen."

"¿Y si los Fruit-Loops deciden vengarse? No, mejor me conformo con los Domínguez."

Ambos reímos un poco antes de volver a quedar en silencio. Brandon retiró su brazo y juntó las palmas frente a sí mismo. "Bueno, estoy seguro de que Tina tendrá alguna idea. Le mostraré el video mañana si es que no lo vio en televisión."

Asentí y revisé la hora en mi teléfono. ¿Tan pronto serían eran las diez?

"Wow, ya es tarde," le dije a Brandon. "Cuando venía hacia acá le dije a mi mamá que viniera a recogerme aquí a las diez, así que ya ha de estar en camino."

Brandon se quedó pensando unos segundos y luego me miró. "¿Cuándo fue la última vez que te quedaste a dormir?" preguntó.

"No lo sé," le respondí mientras pensaba. "Probablemente hace muchas semanas."
"¿Por qué no te quedas a dormir hoy?" me preguntó.
"¿Qué? ¿No te gusta la idea?" agregó al ver mi expresión. Debí haber parecido muy sorprendido, porque noté preocupación en el rostro de Brandon.
"Claro que me gusta la idea, Brandon. Es sólo que no me lo esperaba," le respondí. Y era cierto. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que había dormido en su casa, y aunque era algo que hacíamos seguido, yo creía que esos tiempos habían terminado después de decirle sobre Max y yo.
Es decir, si en ese entonces él temía estar sin camisa frente a mí, ¿no sería lógico creer que no querría dormir en la misma habitación que yo?
Lo último que quería era ponerlo incómodo en su propia habitación, su espacio vital.
Además, una parte de mí sabía que él no estaba exactamente entusiasmado con la idea, pero que lo estaba haciendo por lo que acababa de pasar. Él quería estar ahí para mí, y era algo que yo no iba a rechazar.
"Llamaré a mi mamá para decirle que no venga, ¿okay?"
Brandon sonrió y asintió antes de retirarse al segundo piso.
"Iré a traerte ropa," me dijo antes de irse.
Qué buen amigo tenía.

Afortunadamente, mi madre había estado retrasada y estaba a punto de salir cuando llamé. Le dije que me quedaría y ella me dijo que estaba bien. Normalmente no tenía que pedir permiso. Después de todo, ella sabía que Brandon y yo éramos como hermanos.
Subí las escaleras y entré a la habitación de Brandon.
En la cama, junto a él, había una pijama azul cielo con con pequeñas nubes blancas. La pijama que siempre me prestaba cuando dormía en su casa.
Brandon dejó su móvil a un lado en la cama y tomó otra pijama que estaba sobre una mesita de noche. La puso junto a sí mismo y luego llevó sus manos a los extremos de su camisa para tirar de ella y sacársela. Excepto que se detuvo antes de hacerlo y me volteó a ver con una mirada de confusión. O... ¿vergüenza?
Oh, rayos, pensé al ver eso. Se estaba poniendo incómodo conmigo ahí.
"Yo... uh," dije mientras me salía de la habitación en reversa. ¿"Espero en el baño?"
"¡Espera!" exclamó Brandon antes de que pudiera dar un paso fuera de la habitación. "¿Por qué?"
"¿Por qué qué?" respondí.
"No tienes que irte, Cody."
Suspiré y me mordí los labios antes de decir lo siguiente.
"Entiendo que quieras hacer como que no te importa que te vea, y te lo agradezco, pero es tan simple como salir un minuto."
"¿Y qué clase de progreso haríamos con eso?" me preguntó. "¿Cómo me ayudaría a entender que por verme sin ropa no pasará nada?"
Me quedé callado sin saber cómo responder a eso.
"No me importa que me veas, Cody. Lo has hecho antes y nada ha ocurrido, ¿cierto?"
Aún sorprendido, asentí.
"Bien, entonces me cambio," dijo y continuó con el proceso. Se dio media vuelta, lo cual fue un alivio para mí, y se quitó los pantalones para ponerse los de la pijama. Luego se quitó la camisa y tomó la de la pijama, pero cuando estuvo a punto de ponérsela se detuvo y me dio un rápido vistazo.
Juraba que me estaba poniendo rojo de vergüenza. Estaba poniendo todo mi esfuerzo en que en ningún momento pareciera que lo estaba viendo por gusto. Pero tampoco podía quitar la mirada de él o lo haría creer que estaba evitando su hermoso cuerpo a propósito.
Espera, ¿qué?
Bueno, era difícil concentrarse en mantener la postura correcta al mismo tiempo que un chico lindo se cambiaba frente a ti. Y debo admitir que no era la primera vez que lo hacía, pero sí era la primera vez que él estaba completamente enterado (o que le tomaba importancia, cualquiera era igual de mala), y que no podía dejar de pensar en que tal vez sí me parecía guapo mi mejor amigo.
Aunque bueno, seamos honestos. ¿Quién no se fija en el físico de vez en cuando? Sé que los hombres heterosexuales lo hacen seguido con las mujeres, y algunas mujeres heterosexuales han admitido hacer lo mismo. ¿El que yo me fijara en Brandon era taaaaaaan malo?
Es más, debería estar halagado de tener un cuerpo tan fino, una espalda tan trabajada, un trasero tan... oh, mierda, me seguía observando.
"Sólo para que lo sepas, esto es lo más incómodo por lo que he pasado en mi vida. Y eso es mucho," le dije intentando salvar mi pellejo.
Se volteó y yo solté un suspiro silencioso. Luego tomó ambas camisas y, junto al pantalón, los hizo a un lado, junto a la cama.
"Creo que no estoy de humor para una camisa, entonces," dijo al sentarse en su cama. Diablos, eso de jugar básquet sí que daba resultados.
"Bien," ahora sí me había quedado sin cami- es decir, palabras. ¿Qué intentaba hacer? ¿Provocarme hasta tener la mayor erección del mundo? Ese no era el Brandon que yo conocía, pero tampoco le diría qué hacer en su propia casa.
"Bien," repitió y me miró unos segundos, luego palmeó la pijama junto a él. "¿Piensas cambiarte?"
"Claro," le respondí y me acerqué para tomar la pijama.
Habría sido un trabajo más fácil si no fuera por Brandon. Debía haber sido más fácil mostrar que ver, pero su desnudez no ayudaba en lo más mínimo.
Mientras Brandon se iba a guardar su ropa en el closet (lo que consistía de hacerla bolita y lanzarla ahí dentro), yo aproveché para quitarme los zapatos, los pantalones, la camisa y el saco que llevaba puestos. Prácticamente quedé en ropas menores: boxers, una camisa blanca para dormir y unos calcetines.
Me volteé con la esperanza de que no ver a Brandon viéndome a mí me haría sentir menos incómodo en esa situación. Tomé primero la pantalonera y la extendí para ponérmela, pero algo me detuvo y me hizo tirarla al suelo de inmediato.
Sentí algo detrás de mí. No, algo no, alguien. Una respiración chocaba con mi nuca, y al mismo tiempo que me di cuenta de quién se trataba, las fuertes y grandes manos de Brandon se posaron en mi cintura, provocando escalofríos en todo mi cuerpo.
"Qué ha-" quise preguntar al mismo tiempo que me daba la vuelta, pero Brandon me acercó a él hasta dejar nuestras narices a milímetros de distancia.
"Cállate, no lo arruines," me ordenó al poner su dedo índice en mis labios y bajarlo por mi aún desnudo torso. Más escalofríos recorrieron mi cuerpo e intenté retroceder, pero mis intentos de escapar sólo me dejaron más atrapado cuando tropecé con la cama y caí con Brandon sobre mí en esta misma.
"Brandon, no entiendo," le dije a sus ojos cafés, que me veían como si fuera un delicioso pastel y él un pequeño niño hambriento.
Con sus manos sosteniendo mis manos y sus piernas sobre las mías, Brandon se acercó a mí lentamente hasta susurrarme en el oído, "déjate llevar." Luego mordió el lóbulo de mi oreja y acarició mi cuello con pequeños besos húmedos.
No entendía lo que se le había metido a la cabeza a Brandon. No comprendía qué era lo que estaba haciendo. ¿Por qué había pasado de heterosexual a homosexual en minutos? ¿Y conmigo? ¡No tenía sentido!
¿Habría estado tomando? Su aliento no olía a alcohol. ¿Medicamentos? De cualquier forma, no había estado así antes de quitarse la ropa.
Cuando soltó una de mis manos para acariciar mi pecho, aproveché la poca libertad para golpearlo en el costado, sacándole un gemido y despistándolo por un momento. Luego lo empujé con todas mis fuerzas hasta que rodó y cayó al suelo con un fuerte golpe.
Me levanté de inmediato y tomé la pijama que había quedado en el suelo. Si Brandon se había vuelto loco, lo menos que podía hacer era avisarle a sus padres antes de que quisiera hacer una porno casera conmigo, pero no iba a salir sin ropa de su cuarto.
Escuchaba gemidos, pero cuando estaba a punto de terminar de ponerme la pantalonera, Brandon se sentó en el suelo y levantó una mano para indicarme que esperara.
"Era una prueba, Cody," dijo entre gemidos. Con la otra mano estaba sobando la parte superior de su espalda. "No te vallas."
Terminé de ponerme la pantalonera y lo miré incrédulo.
"¿Una prueba de qué?" le pregunté molesto. "¿Qué rayos estabas probando?"
Se levantó y se sentó en la cama. Parecía haberse lastimado bastante con la caída, pero yo no me moví de mi lugar, y no lo haría hasta que me diera una explicación de lo que acababa de pasar.
"Sólo quería ver qué harías si yo te insinuaba algo," suspiró. "Sé que es algo estúpido, pero quería poder dormir hoy sabiendo que podía confiar en ti."
Puse los ojos en blanco y me senté junto a él en la cama. Dejé la camisa de la pijama a un lado y lo miré a los ojos.
"¿No confiabas en mí antes de eso?" le pregunté. "Creía que sí."
"Sabes que sí, Cody. Pero también debes admitir que dormir con alguien del sexo que te atrae puede ser tentador."
Me encogí de hombros y miré hacia otro lado.
"Me estabas mirando, Cody."
"¡Querías que me quedara aquí!"
"Cierto, pero también era una prueba. No niegues que te atrae mi cuerpo."
Solté una risa sarcástica, pero Brandon me estaba mirando con toda la seriedad del mundo, así que me puse serio también.
"Entiendo, Cody. Si estuviera en la misma habitación que Tina mientras ella se cambiaba, también estaría tentado. La única diferencia es que, si Tina se pusiera así de caliente conmigo, yo no tendría la fuerza para detenerme. La fuerza que tú tuviste."
Asentí para dejar claro que entendía, pero aún no sabía qué decir.
Noté que Brandon seguía sobando su espalda y recordé el tremendo golpe que se había dado al caer.
"¿Estás bien?" le pregunté, intentando ver bien su espalda para revisar el golpe.
Me sorprendí bastante al ver que tenía manchas verdosas y moradas en varias partes de la espalda. Pero especialmente en la parte superior, donde un hematoma (o moretón) sobresalía más que los otros que eran apenas visibles de cerca.
"Oh por los dioses, Brandon. ¿Tan fuerte caíste?"
Brandon sólo agachó la cabeza un poco y murmuró, "no".
"¿Entonces?" pregunté curioso. Esos hematomas eran recientes. Tal vez no tanto, pero no pasaba de un par de días de que los habían hecho.
"No quiero hablar de eso, ¿está bien?" respondió.
"Brandon," me quejé. "¿Cómo se supone que me llamaré tu mejor amigo si ni siquiera me cuentas tus problemas para ayudarte?"
"Es que no es algo en lo que me puedas ayudar, Cody," fue su respuesta al mismo tiempo que se levantaba para tomar la camisa de su pijama del closet.
Entrecerré los ojos y me enfoqué en su espalda. Había sólo una posible razón que se me cruzaba por la mente, pero era una acusación bastante fuerte y no quería ofender a Brandon de ninguna manera. Sin embargo, seguía ahí. Su cicatriz.
Esa cicatriz que había sucedido cuando su padre lo había agarrado como piñata llena de dulces.
Efectivamente, era casi irreconocible, pero si ponías la atención suficiente podías ver que era de al menos cinco centímetros de largo.
Tenía que tratarse de su padre de nuevo. Y si Brandon no me quería decir, lo descubriría por mi cuenta.
Antes de que Brandon pudiera siquiera alzar los brazos para pasar la camisa, me levanté y rápidamente toqué con ambas manos su espalda.
¿Cómo sabía que funcionaría? Se trataba de un amigo en problemas, y mis poderes y yo normalmente estábamos de acuerdo en algo: a los amigos y a las personas en problemas se les tenía que ayudar aunque no quisieran.

Deja vuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora