42. Cárcel.

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En el sueño de Cody, todo era bello. Las nubes manchaban el cielo azul, los pájaros volaban alrededor de los árboles, y las risas de los niños alegraban el día de todos.

Junto a él, Max sonreía mientras tomaba su mano que descansaba en el pasto del parque. Con la otra mano, Max acariciaba su rostro.

"Te quiero," le decía Cody a Max. Éste último sonreía aún más y se acercaba a él, listo para besarlo.

"¿Ah sí?" preguntó Max. Su mano pasó del rostro de Cody a su cuello.

"Sí," contestó Cody, dispuesto a decirle lo mismo mil veces si fuera necesario. "Te quiero."

"¿Entonces por qué no me has ayudado?"

La pregunta confundió a Cody.

"¿Ayudado en qué?"

"En todo. ¿Crees que eres el único con problemas?"

"No, Max. Yo..."

"Mi padre está mal, yo intenté suicidarme, me lastimé en un baile, me has traído meneando de un lado para otro desde que nos conocimos..."

"Max, yo siempre..."

"Y ahora estoy en un centro de conversión donde me van a torturar hasta más no poder, ¡Y TÚ ESTÁS MUY TRANQUILO EN TU CAMA!"

Despertó del sueño jadeando y con lágrimas cayendo por sus mejillas. Cody necesitó unos segundos antes de darse cuenta de que sólo había sido un sueño y nada más.

Una vez que su respiración se hubo controlado, tomó su teléfono de la mesita que había junto a su cama y lo encendió. La luz de la pantalla lo obligó a cerrar los ojos un poco, pero pronto pudo ver que eran solamente las ocho de la tarde.

Era jueves en la tarde, pero les habían dado el viernes libre por algún día festivo que nadie conocía pero todos agradecían. No había necesidad alguna de hacer tarea, y sus ganas de hablar con sus amigos no eran exactamente muchas, así que decidió volver a acostarse y cerrar los ojos una vez más, sabiendo que las pesadillas volverían pero esperando que esa vez pudiera afrontar el problema al menos en sus sueños.

En algún punto de su profundo sueño, Cody vio a dos figuras peleando. Una mujer y un hombre, ambos de la misma estatura, ambos bastante enojados.

Gritos, amenazas, llantos. Todo era un caos.

"¡No piensas en mí!" gritaba la mujer.

"¡Claro que lo hago, pero es mi responsabilidad!" le contestaba el hombre.

"¿Y tu responsabilidad conmigo?" contraatacó ella. "¿No existe?"

"Claro que sí, pero tienes que entender..."

"¡No! ¡TÚ tienes que entender que no pienso soportar esto mucho más, Alejandro!" La figura de la mujer se desvaneció como si hubiese estado hecha de humo.

"Pero yo te quiero, Camila..." susurró el hombre antes de seguir sus pasos.

El sueño cambió. Aparecieron tres nuevas figuras, dos adultos y un adolescente.

"No quiero hacerlo, papá," murmuró la adolescente. Tenía sus manos en su rostro como si temiera que la vieran llorar.

"¿Cuántas veces tenemos que decirte que es necesario, Tina?" respondió una de las figuras.

"Tienes que hacerlo, o nos llevarán de vuelta a México."

"Pero mamá..." se escuchaba la desesperación en la voz de la adolescente aumentando con cada palabra que decía. Cada palabra que sus padres ignoraban.

Deja vuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora