27. Cenas.

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"No puedo creer que esto esté pasando."
Si tuviera un centavo por cada vez que he escuchado esa misma frase en mi cabeza, podría comprarme la ciudad entera a ese punto. Lo importante era que Max no creía que yo estaba loco. En vez de eso, creía que el universo estaba loco, idea con la cual me gustaría concordar en cualquier momento.
"Bueno, en realidad... sí puedo creerlo, pero según la ciencia eso es imposible."
"Créeme, Max, si hablamos de ser escéptico tienes al mayor de ellos frente a ti," le dije alzando las cejas y con una sonrisa.
"Si esto posible... ¿Quién sabe cuántas cosas más podrían serlo?"
"Okay, tranquilo. Tampoco nos vamos a poner a creer en Campanita y Ariel de pronto."
"¿Y por qué no? Ahora cualquier cosa podría ser verdad."
Se escuchó un golpe en la puerta y la voz de Cristian se escuchó desde detrás. "La cena está lista. Bajen, chicos."
"Ya vamos, pa," le respondió Max y me volteó a ver.
"Ya tendrás tiempo de asimilarlo todo más tarde," le dije. "Lo estás tomando mejor de lo que creí, de hecho. Ahora tenemos que ir a cenar y asegurarnos de que mi madre no lo arruine todo."
Max me sonrió y dio un pequeño beso en los labios antes de levantarse e ir hacia la puerta. Yo lo seguí con una gran sonrisa en mi rostro.

Aunque había estado esperando a que mi madre arruinara la cena con algún comentario ignorante, debo decir que me sorprendió que esa noche casi no dijo nada inapropiado. Casi.
La cena en sí fue bastante placentera, a decir verdad. La carne que el padre de Max cocinó estaba exquisita. Al fin concordé con algo que salía de la boca de mi madre cuando ella le dijo a Cristian que tenía pinta de chef profesional.
"Es curioso que lo menciones, Diana," comentó Cristian mientras cortaba su pedazo de carne con un cuchillo y un tenedor. No me había dado cuenta de lo pronto que habían comenzado a hablarse por el primer nombre. Aparentemente se caían mejor de lo que yo creía.
"¿Por qué lo dices?" le sonrió mi madre.
"Alguna vez en el pasado, mucho antes de haber conocido a mi esposa, soñaba con ser un gran chef en el futuro."
"¿En serio?"
"Te habría funcionado," agregó mi padre.
Cristian simplemente sonrió.
"Está delicioso, pa," le dijo Max. "Como siempre."
Cristian acarició su cabello y siguió comiendo.
"Como sea, eso era en el pasado. Yo no estaba destinado a ser un chef. Estaba destinado a conocer a mi esposa, a tener un maravilloso hijo y seguir adelante con la vida."
"Salud a eso," dijo mi madre al levantar su copa de cualquier cosa que fuera lo que ellos estaban tomando. Normalmente mi madre bebía el alcohol pero mi padre lo evitaba, así que tal vez le habían dado un poco de vino. Sin embargo, la botella no estaba en ningún lugar visible.
"Salud," repitieron los otros dos adultos al imitar a mi madre. Max y yo nos limitamos a sonreír, ya que no sentíamos que estábamos exactamente en la conversación. Éramos más el tema de conversación que parte de ella.
"Y salud también por ustedes. Por Cody, quien parece ser el mejor amigo que Max ha tenido desde que llegó a este lugar."
Le sonreí a Cristian como respuesta. En realidad creía que decir algo sobraba.

"Cambiando un poco de tema," dijo mi madre, "Max, ¿Tienes idea de lo que quieres ser de grande?"

Max bajó su bebida. "Siempre ha sido mi sueño el ser un futbolista,"

"Oh, a mí me encantan los futbolistas. Son muy guapos, ágiles y ganan mucho dinero."

"Eso si es que estás en un buen equipo," comentó mi padre.

"Oh, ¿tú qué vas a saber de futbol siendo un arquitecto, Gus?" rio mi madre. "Como sea, si es que tienes la oportunidad de hacerlo, sigue tu sueño, Max."

"Así será," le sonrió de vuelta Max. "Se lo aseguro."

"Hablando del futuro, Cody, ¿tú ya has pensado en algo?" me preguntó Cristian. Nunca había hablado de algo así con mis padres. Ellos nunca se habían mostrado interesados en mi carrera, a pesar de que siempre se la pasaban diciéndome qué y qué no hacer en cuanto a mis estudios. Tal vez creían que yo sabría escoger por mí mismo.

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