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Yo sabía más que nadie que la decisión que tomé de alejarme de Seokjin sería difícil de lidiar con ella después, pero había subestimado el dolor de lo que ocurría como consecuencia.

Dolor tras dolor; un bucle que no tendría un final pronto.

Inmediatamente después de haber enviado aquel mensaje, Seokjin respondió totalmente confundido y casi exigiendo una explicación. Y luego inició con las incontables llamadas que colgué de inmediato. Estas no se detuvieron hasta que apagué mi celular para no recibir otra más.

Como pude terminé mi tarea y me fui a la cama, con la excusa a Hyori de que al día siguiente tenía una evaluación importante y debía descansar muy bien. Ella me creyó y me dejó dormir con calma.

De verdad agradezco la fuerza de voluntad que tuve en ese momento para no llorar ni sollozar. Al menos no audiblemente.

No fue hasta la mañana que encendí mi dispositivo, encontrándome con casi un centenar de mensajes y la mitad de llamada perdidas también.

Me apresuré a alistarme para ir a la secundaria con el temor de que Seokjin estuviera fuera del edificio de dormitorios, pero afortunadamente no estaba allí. Aún así caminé rápidamente hasta llegar a la academia. Tenía la esperanza de estar a salvo de no verlo mientras estaba en clases.

Pero, oh, qué equivocada estaba.

Al término de la primera clase, salí del aula y me dirigí a mi casillero para tomar los útiles que necesitaría para la siguiente clase. El gran pasillo, que terminaba en la entrada al edificio, estaba lleno de los alumnos que caminaban en dirección a sus casilleros y respectivas aulas.

Entonces, cuando los estruendosos gritos femeninos retumbaron en mis oídos como altavoces, observé como la mayoría de las chicas de secundaria corrían emocionadas en dirección a la salida. Y cuando quise descubrir qué era lo que llamaba tanto su atención, me aterré.

Seokjin estaba caminando en mi dirección, con un rostro serio, mezclado a la vez con un toque de tristeza y molestia.

Me quedé estática viéndole acercarse rápidamente, no podía moverme o si quiera intentarlo. Mis piernas no reaccionaban por más que deseaba moverme; había un nudo en mi garganta, sentía que mi respiración estaba fallando. Necesitaba que alguien me salvara, porque no podía reaccionar.

Y entonces llegó mi salvación.

— Señor Kim, usted no puede estar aquí. Por favor vuelva de inmediato a su facultad —. Una de las profesoras detuvo su caminar, colocando una mano en señal de alto. Ella apareció justo antes de que Seokjin estuviera muy cerca de mí.

Él respondió algo que no escuché, pero sabía que era una objeción a la petición de la profesora, porque ella volvió a negarle la estancia.

Como un gran balde de agua fría, sentí como de inmediato recuperaba la consciencia y la movilidad de mis piernas. Y sin pensarlo dos veces, rápidamente me di la vuelta, cerré mi casillero de golpe y corrí tan rápido hacia el baño del segundo piso para ocultarme allí. Al llegar, pude respirar tan profundamente que incluso mi corazón latió con mucha más fuerza por los milisegundos sin oxígeno.

Intenté pensar en el problema en el que estaba metida; cómo Kim Seokjin había sido capaz ir a buscarme a un sitio en donde él menos que otros podía estar. Estaba tan confundida ante el recuerdo de cómo perdí toda capacidad de huir cuando lo vi, empezando así a preocuparme porque algo como eso volviera a suceder sin que yo estuviera lista para afrontar esa situación.

Y no, no estaba lista para eso. Porque al llegar la hora del almuerzo, le rogué a Hyori para que nos quedáramos en un aula y almorzáramos allí, debido a que todavía temía encontrar a Seokjin fuera de los edificios de clases.

Aquel fue un día agotador. Cuando una clase terminaba, debía correr rápidamente a otra; si tenía que visitar mi casillero, me aseguraba antes de que Seokjin no estuviera en la entrada del edificio; y cuando todas las clases llegaron a su fin, corrí velozmente para llegar al dormitorio y no salir de éste nuevamente.

Hasta tuve que mentir a Hyori con que no tenía apetito cuando llegó la hora de comer, aunque de igual modo ella llevó un poco de comida para mí hasta nuestra habitación.

Claro, sin mencionar que estaba cansada de tener que ignorar a Seokjin, al punto en el que tuve que bloquear su número porque él no dejaba de llamar ni escribir.

El día siguiente, porque era día de club, fue todavía más difícil y doloroso de soportar.

La clase previa al horario del club terminó más temprano que lo habitual, así que junto a mis compañeros tuvimos la oportunidad de dirigimos a nuestros respectivos clubs antes que el resto de alumnos.

Lo vi como una oportunidad para apresurarme a llegar pronto sin el riesgo de encontrar a Seokjin a la entrada del club. Entonces, como lo había estado haciendo el día anterior, casi corrí para llegar al aula. Para mi fortuna, el pasillo donde se encontraba el aula estaba completamente vacío y la puerta estaba abierta.

Entré a esperar el inicio de la clase sin importar si estaba permitido o no. Así pasaron los minutos hasta que los demás empezaron a llegar y tomar asiento. Con cada persona que ingresaba al lugar, mi cuerpo se alertaba y se preparaba para lo que sea que fuera si Seokjin todavía deseaba una explicación.

Y él llegó.

Parecía cansado al llegar, su pecho se movía con rapidez cada que inhalaba o exhalaba. No pensó dos veces cuando encontró mis ojos, y con aquella mirada molesta y confundida caminó en mi dirección, decidido. Cruzó toda la hilera de asientos en la que yo estaba hasta llegar a mi lado. Cuando estaba por tomar asiento a mi costado mientras me miraba con toda seriedad, yo volví a levantar mi mochila y caminé hasta los asientos delanteros que él ocupaba.

Entonces él volvió a seguirme, y tan pronto observé por el rabillo del ojo que estaba a pocos metros cerca, nuevamente me levanté y volví a rodear la última columna de lugares para llegar a mi anterior asiento. Esa última vez, Seokjin se quedó de pie al frente, observando como lo trataba con la indiferencia a la que tuve que recurrir.

Suspiró decepcionado, antes de lanzar su mochila hacia el asiento de un lado y dejarse caer en el suyo sin ningún cuidado.

No sé qué me dolió más. Si la manera en la que sus ojos me observaron por última vez en el día, o porque sus ánimos no eran los mismos y apenas y se movía para participar.

No, definitivamente lo que más me dolió fue tener que alejarme de él y no poder explicarle el porqué. Seguro que, de haberle dicho la verdad, me hubiera protegido, como siempre solía hacerlo.

Mis ojos se cristalizaron, y la primera lágrima cayó en segundos.

RULES BREAKER [KSJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora