Como dijo aquella mujer en el hospital.
Los cuatro jinetes caminaban por la tierra, una reina los mantuvo bajo control por un tiempo.
Pero la reina se apago y ahora.
Están libres, el rencor recorre sus venas y el hambre de venganza los consume...
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Donovan...
Fui a la empresa en vano porque Alba me había jodido nuevamente y no estaba allí. Al pasar por recepción la joven me dijo que la vio salir muy apresurada sin decir nada.
Le pedí al conductor que me llevara directo a casa porque tenia la extraña necesidad de ver el rostro de mi joven esposa. La sensación de temor que me atormentaba desde la visita a mi amigo se iría al verla y tenerla frente a mi.
Al llegar bajé casi corriendo e ingrese a la casa. -MIA-grite esperando encontrarla en el estudio leyendo pero no fue así. Subí al segundo piso corriendo para ver si estaba en nuestro cuarto pero tampoco la halle.
Casi desesperado y temiendo lo peor, revise cada habitación. Pero para mi pesar, su figura no estaba en ningún lado.
Una empleada iba subiendo las escaleras cuando me llamó -¿Señor?-
-Has.. has visto a Mia, mi esposa..-
-La señora está en el jardín leyendo, el día es hermoso y decidió merendar fuera-
Mi corazón intranquilo se relajo por un par de minutos. Me apresure a salir de la casa y caminar tranquilizandome hasta donde ella estaba. La encontré sentada en una manta leyendo mientras el sol pegaba en un lado de su rostro y la iluminaba como si de un ángel se tratara.
Me recordó a los dos primeros años, en los que pasabamos el tiempo con los gemelos. Las tardes eran parecidas a esa, con ellos en el parque mientras aprendían a caminar y luego jugaban entre ellos corriendo por el césped y riendo sin parar. El tenerlos a los tres, me había devuelto la juventud y las ganas de ser feliz.
-AMOR- levante la mano y ella volteo a verme.
Esbozó una sonrisita y también copió mi acción, saludandome.
Detrás, pude ver a mi maldito hijo mayor de pie con una sonrisa ladina esperándome. Como un mensajero del diablo esperando por mi, esperando el día en que me fuera para sacarme lo que era mío.
Lo ignore y me tumbe a su lado, lanzando un suspiro. -¿Paso algo?- bajo el libro y me observo.
-Estoy un poco cansado, el vuelo y luego ir a la oficina me tiene mal-
-Descansa un rato, falta para la cena- acaricio mi cabello.
Busque una posición más cómoda en sus piernas, su mano en mi cabeza haciéndome caricias muy suaves me relajaba cada vez más, sumado al exquisito aroma floral que emanaba. Los dos fueron la clave para que cayera dormido profundamente.
Fue raro, porque tan pronto como cerré los ojos, los abrí y me encontraba en un lugar oscuro, pero aun seguía en calma porque Mia estaba ahí. Hasta que una luz se encendió y la figura se dio a conocer.
Era Corina, pero estaba pálida y toda lastimada -¿Me olvidaste?-
Grite asustado haciéndome a un lado y viéndola desconfiado -Yo.. tu.. estás muerta. Tu...-
