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Joaquín palideció.

¡Joaquín!, ¿decidiste que sí podíamos verlo? 🐺

¡N-no! Vuelve a dormir, ¡no debes estar despierto!

Emilio bufó y se levantó para apartar a su bebé del Omega.

— Lo siento, Joaquín. —. Alatz saltaba emocionado, ajeno a la conversación —. Él no convive mucho con Omegas.

Alatz le dió un manotazo a Emilio cuándo éste lo quiso levantar en sus brazos.

— Alatz. — advirtió el Alfa.

— No te preocupes, ésto me pasa mucho en el trabajo, ¿sabes? —. Joaquín se acomodó en el sillón y pasó saliva —. Alatz... Sabes que no soy tu mami, ¿cierto? — preguntó con calma, suspiró cuándo Temo gruñó.

Estaba imaginando que estaba en su salón de clases, dónde los niños se confundían y lo llamaban mamá.

— No. Mami tú. — insistió — Mami.

— Alatz, basta. — demandó Emilio, Alatz refunfuñó y trepó por Joaquín, el Omega por reflejo lo sostuvo para que no se callera.

Alatz se refugió en el Omega. Acarició su pecho con su mejilla y nariz, buscando su aroma.

— Mami. Mío. — declaró el cachorro.

Emilio frunció el ceño. La mano de Joaquín se movió, involuntariamente por la espaldita del cachorro.

El Omega estaba asustado, Temo le estaba gritando tantas cosas que no entendía con claridad. Temo bufó e intentó tomar el control, pero Joaquín se resistió.

¡No, déjame en paz! ¡Estás roto!

Que quieras que lo esté, no significa que lo esté, humano. 🐺

Intenté entenderte, pero no soy tu marioneta. 🐺

Soy tu Omega, tienes que escucharme. 🐺

Temo farfulló cansado. El lobo no estaba dispuesto a dejarse reprimir más

Ó te quitas del camino y empezamos a trabajar en ésto, ¡ ó nos dejas morir!  🐺

Joaquín volvió en sí, las voces de los Alfas le llamaron su atención. Notó que estaba aferrado al cachorro, muy fuerte.

Aristóteles movió su nariz, sus orejas elevadas, concentrándose en la nueva presencia presente. Era la primera vez que percibía al lobo Omega. Se sentía bien.

— Joaquín... — llamó el Alfa, viendo la mirada perdida del Omega —. Joaquín. —. Emilio intentó poner una mano en su hombro, la apartó cuándo Alatz quiso morderlo.

— ¡Alatz!

— ¡No! ¡Mami mío! No toques, papá. — ordenó. El cachorro se hizo más pequeño en el regazo del Omega, usándolo de amparo.

Joaquín parpadeó, uno de sus irises estaba completamente amarillo. El otro estaba comenzando el cambio, cómo si la arena consumiera el mar de a poco. Temo estaba ganando, al fin.

Aristóteles apareció, dispuesto a tomar al cachorro, aunque pataleara. Alatz chilló asustado cuándo lo tomó por debajo de sus bracitos, aferrándose a Joaquín. Aristóteles le gruñó apartándose aturdido, error.

Temo envolvió a Alatz con sus brazos, refugiándolo en su pecho.

— ¡No le gruñas! — advirtió Temo. El Alfa se removió, esa voz le decía que tenía permitido todo, menos gruñirle a su cachorro.

Alatz // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora