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Joaquín despertó, se estiró en la cama y relajó su cuerpo sobre el colchón. Quería seguir durmiendo, así que suspiró y con todas sus fuerzas, apartó la sabana, sentándose en el borde. Talló sus ojos, en un vano intento de alejar el sueño de su cuerpo. Abrió sus ojos, enfocando su vista.

La sangre se le heló, pasó saliva y sus manos comenzaron temblar. Jadeó sorprendido, no asimilaba lo que veía. Una rosa roja estaba sobre su mesita de luz, con un sobrecito a su lado.

Joaquín tomó el sobre y lo abrió, develando una carta en su interior.


«Para mi bonito Joaquín:

Ofrezco ésta rosa cómo muestra de mi compromiso contigo.

Entraste a mi vida de una manera inusual. Agradezco mucho que hayas decidido quedarte y hacer feliz a mi pedacito de cielo.

No te conozco demasiado, espero que me permitas hacerlo pronto. No sé nada de tu pasado, no te preocupes, con lo que sea que hayas peleado... ya no tienes que hacerlo sólo. Estaré aquí.

Confía en mí.

Eres mi destinado y sé que tú lo sabes, pero no quería que eso influyera en lo nuestro. No tenemos mucho camino recorrido, apenas puedo demostrarte lo que siento por tí.

Tengo que decirlo: me haces feliz, te quiero para mí lo que resta de mi existencia.

Por éste medio y con la bendición de tus padres, te imploro me dejes ser tuyo.

¿Aceptas ser cortejado por mí?»


Un lagrima cayó sobre la carta, el Omega respiró hondo. Dobló la carta y la dejó a un lado, permitiéndose llorar más. Tomó la rosa entre sus dedos, inhalando su aroma.

°Temo aulló feliz, moviendo su colita. Aristóteles estaba cerca, podía verlo, se movía en círculos, gruñendo.°

Joaquín suspiró, se puso de pié con la rosa en su mano y salió de la habitación. Caminó hasta su sala, encontrándose con el Alfa. Emilio tenía la mirada perdida y el ceño fruncido.

Alfa... — musitó Joaquín, logrando la mirada del Alfa sobre él — No puedo.

°Temo lloriqueó, dejando caer su cuerpo sobre sus patas. Aristóteles aulló dolido, imitando la posición de su Omega.°

— ¿No puedes?, ¿porqué?

— No sabes lo que viene conmigo, no puedo hacerte ésto. — Joaquín derramó lagrimas gruesas y se abrazó a sí mismo, viendo a Emilio fruncir el ceño — Yo- No. No te merezco, ni a tu cachorro.

— Nuestro cachorro, Omega. — corrigió Emilio, suavizando sus facciones. Estiró sus brazos hasta el Omega.

— No...

— Omega, ven. — insistió Emilio. Joaquín no dudó en correr hasta él.

Se sentó en las piernas de Emilio, refugiándose en su pecho. El Alfa lo envolvió con sus brazos. Ambos suspiraron, Emilio acarició su cabello cuándo lo oyó sollozar. Estuvieron en esa posición hasta estar sumidos en su burbuja, en silencio, sólo ellos dos dándose amor.

— Acepta, Joaquín. No me importa si viene contigo, lo que sea... — rogó Emilio, acariciando el cabello castaño de su chico.

— Mi madre murió cuándo nací... — susurró el Omega.

Alatz // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora