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Nikolás sollozó, acariciando la mano de su Alfa. Era demasiado, verlo con tantos cables, aparatos haciendo ruidos extraños y sentir su conexión tan débil, casi inexistente.

No estaba listo para perderlo, habían tenido conversaciones para saber cómo actuar en éstos casos. Sabían que una cosa así podría suceder algún día.

Eduardo siempre pensó que Nikolás sería herido, desde que estaban en la universidad. Así que siempre tenían un protocolo. Nikolás no recordaba una palabra de su Alfa. Ni una.

Estaba asustado, enojado. No quería volver a casa, porque tendría que ver a sus cachorros y decirles que no tenía idea de si su padre volvería.

Aún no se hacía de día y el Omega no conseguía dormir aunque lo intentara. Había echado a todo el mundo, no quería a nadie que no fuera necesario cerca de ellos, así que ahí estaba sólo, con su Eduardo.

Acarició su pancita, aún faltaba 1 semana para que su pequeñito naciera, 1 semana y estaría todo bien, ¿no?

— Eduardo... A-Alfa, tienes que despertar, tu cachorro no vá a conocerte si no lo haces. — advirtió — No sé si me escuchas, mi amor, pero tienes que vivir. Por él, por nosotros.

El Omega contuvo la respiración para tratar que las lágrimas pararan, lo que sólo causó más hipidos.

— Dijiste... Lo prometiste, el día que me encontraste en el pasillo, ¡me prometiste que no me dejarías sólo! — lloriqueó, tomando la mano grande de su Alfa entre sus manitos —. No me falles...

La conexión seguía casi muerta, Nikolás cerró los ojos, respirando hondo. Sabía lo que podía causarle a su cachorro por tanto estrés, así que imaginó la voz de Eduardo arrullándolo, pidiéndole que se calmara.

El Omega observó a su Alfa una vez más, suspiró secando sus lágrimas. Tenía que ser fuerte, sobrellevar la situación cómo siempre lo ha hecho, hasta que Eduardo pueda reconfortarlo de nuevo.

— Alfa, despierta... — rogó — No vas a dejarme, no puedes. No te dejo, tonto. —. Nikolás besó los dedos de Eduardo —. Po-porque si me dejas y-yo voy a usar tu auto, dormiré de tu lado de la cama, u-usaré tu toalla, c-comeré en la cama y les daré pizza a los niños siem... siempre de cenar... — amenazó el Omega, con su voz bajita.

»L-lo juro, Alfa. Me voy a quedar con tu puesto en la fuerza, s-seré el jefe... Yo no quiero ser el jefe... — se quejó — No quiero hacer nada de eso, por favor, Alfa. Ayúdame. — pidió.

— Si despiertas podemos convertir el sótano en una sala de juego, justo cómo querías... — continuó negociando Nikolás — Lo j-juro Alfa, sólo despierta.

El sol saliendo tiempo después le trajo algo de calma al Omega que dormitaba, pero oía todo a su alrededor. De pronto, las máquinas comenzaron a sonar, demasiado pitidos y luces.

Nikolás supo que algo no estaba bien, se asustó y presionó los botones de la enfermería.

El Omega miró el monitor, no entendió casi nada, sólo sabía que su Alfa se estaba muriendo.

— No nos dejes. ¡N-no pienso criar a tus Alfas sólo!, ¡No puedo c-con eso! Así que lucha, por favor, no me abandones.

Médicos y enfermeros comenzaron a entrar asustando a Nikolás, que cubrió su vientre, haciéndose a un lado. Todos comenzaron a gritar cosas, moverse con rapidez y en un santiamén estaban moviendo la camilla de Eduardo.

Nikolás vio entrar a Roy preocupado y caminar hasta él, quería gritarle cuándo lo abrazó, pero sólo descansó en su pecho.

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Alatz // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora