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La segunda semana había llegado.

Joaquín estaba encerrado en el baño de su casa, negándose a salir.

- Joaquín, no debes temer. Cuándo aceptaste el cortejo sabías que éste día llegaría. - explicó Roy con suavidad.

- ¡No quiero!, ¡no pensé que llegaría tan pronto!

- Omega, tú -

- ¡No me llames así!

- Bien... Joaquín. Tu Alfa te espera, cielo - Roy agudizó su oído, lo escuchó sollozar bajito del otro lado de la puerta -. ¿Quieres parar el cortejo?

Roy no obtuvo respuesta. El Alfa bufó, tenía que avisarle a Emilio que Joaquín no iría. Cuándo se estaba por alejar de allí, la puerta se abrió con rapidez.

- Quieto ahí. - murmuró el Omega, Roy se volteó a verlo. Tenía los ojos hinchados y su labio temblaba -. No quiero parar.

- Pero no estás listo para ésto. Tú lo dijiste, no debes hacer nada que no quieras. -. Roy se acercó y tomó las manos de su hermano -. Un cortejo es algo importante, cielo. Está diseñado para que aprendas a confiar en el otro. Si sientes que aún no estás preparado para lo que sigue, para ahora.

- Estoy listo. C-confío en él, pero no en mí. Yo... sé que él me ayudará a superarlo. Creeme, Susu. -. Roy suspiró y dejó un besito en las manos del Omega -. Puedo hacerlo...

- Te creo.

Joaquín llevaba media hora en el auto, con los ojos vendados, Emilio dijo que lo que venía tenía que ser sorpresa

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Joaquín llevaba media hora en el auto, con los ojos vendados, Emilio dijo que lo que venía tenía que ser sorpresa.

- Alfa, ¿falta mucho? -. Joaquín se mordió los labios -. No me gustan las sorpresas, Emilio.

- No falta casi nada. - respondió el Alfa, sonreía al ver cómo Joaquín jugaba con la ventana, su dedo apretaba el botón de ésta. El vidrio bajaba y subía, cómo casi todo el viaje.

El auto se detuvo, Emilio pidió paciencia a su Omega y bajó, en busca de sacarlo del auto. Abrió su puerta y lo guió fuera, dejándolo frente a lo que quería que viera. La venda fué retirada.

Joaquín abrió sus ojos, parpadeando para acostumbrar su visión a la luz. Se quedó embobado contemplando el campo de girasoles frente a él. Sintió las manos de Emilio sobre sus hombros y respiró profundo.

Se tomaron las manos y caminaron a través de un sendero, por en medio de los girasoles. Al final del sendero había una silla de madera y una mesa preparada: dónde reposaban sus pertenencias, era cubierta por un mantel verde.

Ambos se pararon junto a ella, Emilio tomó la manta que estaba sobre la mesa y cubrió la silla con ella, tomó la mano del Omega y éste se encaminó hasta la silla, sentándose allí. Emiloo fijó su vista en el anillo con una piedrita verde, que reposaba en una almohadita de tela sobre la mesa. Lo levantó con cuidado y se movió hasta estar frente al Omega.

Alatz // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora