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— ¡¿Puedo, otra vez?! — Emilio rió al ver la emoción de Alatz.

— Sí, amor. Ese patio es todo tuyo.

Alatz gimió por la sorpresa y corrió por todo el patio en círculos cómo los dias anteriores, se sentó con cuidado en el pasto. Sonrió y se dejó caer de espaldas.

Su Alfita había vivido toda la vida en un departamento que, aunque fuera grande, no tenían ni un poco de patio. Entonces con el gran cambio, Alatz estaba más que emocionado.

Emilio podría mirarlo todo el día.

El sonido de una bocina y Diego entrando por la puerta principal le hizo saber que eso no pasaría justo ahora.

— Hola...

— ¿Listo para desempacar un millón de cajas? — mencionó Diego haciendo ruido con un llavero que traía, el Alfa miró detrás de Emilio y una gran sonrisa apareció en sus labios. Su pequeño sobrinito se veía tan feliz.

Alatz estaba boca abajo, su cara era sostenida por sus manitos. Movía sus piernitas en el aire mientras charlaba con unas hormigas. Pero los adultos no llegaban a ver eso.

Samuel apareció, se sentía bien sentir el pasto bajo sus patitas. Se movió asustado cuándo notó que estaba sólo en el patio, se decidió por entrar a la casa.

El olor de su padre y tío salía de la casa, corrió hasta ellos. Movió su colita feliz al ver a su tío, pero cuándo corrió a ellos y gruñó juguetón ninguno le prestó atención.

— Ahora no podemos jugar, Sami. — murmuró Diego bajando otra caja del camión.

El lobito se sentó triste, Alatz estaba por volver cuándo un olor le hizo picar la nariz, olía a protección, amor. Olía a su padre, pero... era extraño.

Quería correr hasta alcanzar la fuente de ese perfume y acurrucarse en dónde pueda sentirlo bien. El olor comenzó a alejarse, Samuel prestó atención al instante volteando la cabeza.

¡El olor iba a desaparecer! Una patita frente a la otra y ya estaba corriendo detrás del aroma. Ni siquiera notó en qué momento se había alejado tanto de casa, Emilio ni siquiera notó cuándo dejó de sentir el aroma de su bebé.

Cuándo perdió el rastro del aroma, miró a los lados, había muchas casas iguales, pero ninguna era la suya. El lobito gimoteó y comenzó a olfatear, caminando en cualquier dirección.

La noche cayó rápido y Alatz hizo acto de presencia, más no volvió a su forma humana. El lobito gimoteó otra vez, llamando a su padre, aunque supiera que éste no lo escucharía.

Se detuvo frente a una casa que era igual a todas la demás, sólo decidió acurrucarse allí y sollozar por lo bajo.

Quiero a Ba. 🐺

Y yo...

Hace frio. 🐺

Lloriqueó Alatz y Samuel bajó sus orejitas.

Gimió asustado cuándo sintió una mano en sus orejitas y se levantó exaltado. Cuándo pudo observar quién le había tocado, su nariz se removió.

Una niña, ondas oscuras y cabello negro; ojos miel acompañados de unas largas pestañas y la piel caramelo, traía un vestidito azul. Estaba parada frente a él con el ceño fruncido. Desprendía un olor fuerte cómo si el olor de un Alfa tapara el suyo natural de cachorra.

Alatz inhaló.

Ella hele rico.

Sí, riquisimisisimo. 🐺

Alatz // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora