Capitulo 42

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Julieta POV

Durante la siguiente semana le encontré sentido al mensaje que Nicolás me había enviado. Debo decir que no me lo esperaba como tampoco me esperaba que mi corazón quisiera salir de mi pecho y correr hasta el. Pero no se lo permite, lo guarde dentro de la coraza de indiferencia, frialdad, impuesto a bases de dolor y lágrimas nocturnas.

Cada mañana llegaba un ramo distinto de flores, también chocolates e inclusive libros. No lo podía creer, temía seriamente que mi casa se convirtiera en una florería o una chocolatería. Cada obsequio venia con una carta escrita en puño y letra por él, jamás se lo aceptaría a nadie pero guardaba cada sobre por pequeño que fuera en un cajón de mi armario. La cara de ogro de mi hermano ante la llegada de un nuevo ramo o lo que fuera me decía que en cualquier momento saldría a buscar a Nicolás.

Las clases en la universidad eran una tortura para mí, tener que verlo e inclusive evadirlo eran tareas que requerían toda mi fuerza de voluntad. Me dolía saber que estaba allí, y varias veces intento hablarme pero no lo dejaba, no podía mirarlo a la cara y saber que me había mentido todo el tiempo, no recordar sus palabras y que fui objeto de risas entre sus amigos. No lo soportaba y sentía a veces la necesidad acuciante de correr y encerrarme en mi soledad. Pero era tan malditamente orgullosa que no le daría ese gusto, aunque me estuviera destrozando por dentro, aunque con cada mirada suya una parte de mí se rompía, pensaba que ya no era posible sentir dolor, pero era un eufemismo. Era absolutamente peor.

Pero las cosas se pusieron peor el jueves por la noche. Después del trabajo había decidido no acompañar a Laura y Melisa al supermercado así que me volví en taxi a la casa.

Con todo lo que había pasado me había vuelto taciturna, casi ciega a todo lo que había a mí alrededor por lo que ignore la presencia del auto bastante conocido estacionado bajo el árbol delante de la casa. Para cuando fui consciente ya era demasiado tarde, tenía a Nicolás llamándome justo detrás de mí.

-Julieta...

Me tense de miedo, ansiedad y enojo. Todo junto. Respire profundo y decidí ignorarlo, sentía que no podía enfrentarlo. No ahora.

Avance unos pasos pero entonces debía haber sabido que no me dejaría marchar.

Sentí la piel cálida de su mano rodaron mi muñeca, me deshice de su toque como si me hubiera corrido una corriente eléctrica, y es que así era.

-No te vayas —rogo. Levante la vista y lo observe. Abrí la boca sorprendida ante su aspecto, estaba desliñado, con su hermoso pelo rubio despeinado, la camisa azul arrugado y con ojeras muy pronunciadas. Sus ojos azules parecían vacios mientras no me quitaba la vista de encima.

Trate de ignorar todo aquello junto a la terrible necesidad de que sus brazos me rodearan y aspirar su aroma. Cerré  los ojos y los volví a abrir, trate de hablar con falsa indiferencia.

-¿Qué haces aquí?

El dio un paso que yo inmediatamente retrocedí, el cerro los ojos y suspiro como si sintiera un dolor muy fuerte.

-Tenemos que hablar.

-No tenemos nada de qué hablar.

El se masajeó la sien aparentemente frustrado.

-Me has estado evadiendo, no quieres hablar conmigo, así que vine aquí.

-No tiene sentido que lo hayas hecho. Sigo sin querer.

-Por favor, cariño. Necesito que me escuches —pidió- Que me creas.

Fruncí el seño.

-Eso no será así. ¿De verdad me crees capaz de creerte? ¿Después de todas tus mentiras?

Lo Que Nunca PenséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora