Julie

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Le dí un abrazo fuerte a mi prima mientras Mike se encargaba de subir sus maletas al auto, me despegué de ella y la miré sonriente, estaba tan orgullosa de la mujer en la que se había convertido, recordaba con nostalgia cuando éramos más pequeñas y jugábamos juntas, ahora estaba por irse a la universidad.

—Deséame suerte.—Me pidió, yo negué con la cabeza.

—No la necesitas, te deseo éxito.—Le sonreí y ella hizo lo mismo.

—Gracias _____, eres la mejor.

Se acercó a su hermano menor y se despidió de él para después subirse al carro, nos dedicó una última sonrisa a ambos y se fue, lucía tan entusiasmada, me alegraba mucho por ella.

Mientras la veíamos alejarse rodée los hombros de Mike con mi brazo, sabía que la extrañaría y que le dolía saber que ya no la vería todo el tiempo, pero también sabía que seguramente no querría hablar de eso conmigo.

—¿Por qué no invitas a tus amigos y piden una pizza? Yo invito.—Le sugerí a modo de intentar que se sintiera mejor, y funcionó, pues el chico me sonrió y me atrapó entre sus brazos.

—Gracias, Nancy tiene razón, eres la mejor _____. Iré a buscarlos.

Se dirigió a donde estaba su bicicleta y pedaleó en dirección a las casas de los demás chicos, decidí que mientras volvía limpiaría un poco. Puse algo de música y empecé por dar una limpieza rápida a la sala, por si Mike y sus amigos querían comerse ahí la pizza, luego me dirigí a la habitación y recogí el tiradero que se había acumulado en los últimos días.

En el perchero estaba el suéter que Steve me había regalado, lo tomé para guardarlo y al moverlo desprendió un olor al perfume del chico que a penas y era perceptible, seguramente se había quedado ahí en alguno de los tantos abrazos que me había dado.

Africa, de Toto sonaba en la habitación, era la canción favorita de mi mamá, yo no entendía muy bien la letra pero ella solía decirme que era una canción de amor, un amor a distancia pero lleno de luz y esperanza "Bendigo las lluvias que caen en África", porque si en el lugar más seco puede llover, entonces todo puede pasar.

Me dejé caer en la cama con el suéter entre las manos, me permití por un momento recordar la noche de mi cumpleaños, en la que me había visitado él, había llegado tan de imprevisto como siempre, con su acostumbrada sonrisa y los ojos inundados con una chispa alegre y pícara, esa chispa que con solo verla podía estar segura de que el chico tenía algo en mente.

Cualquiera podría pensar que era un simple suéter, pero para mí era mucho más que eso, era un recordatorio de todo el cariño que él me demostraba, era distinto de otros suéteres porque no sólo me quitaba el frío físico, sino que cuando estaba triste o simplemente extrañaba a quien me lo había regalado, me ayudaba a sentir que él estaba ahí, aunque no lo estuviera en realidad.

Steve se había convertido en un refugio, en un lugar seguro, a donde quiera que fuera me sentía bien sí él estaba ahí también, me sentía acompañada, me sentía protegida, me sentía querida, me sentía especial. Y mentiría si dijera que él no era especial para mí también, porque vaya que lo era, y también lo quería de una manera en la que nunca había querido a nadie más, parecía estar obsesionada, lo extrañaba cuando no lo veía, y nuestros reencuentros me hacían sentir que volaba, ni se diga sus abrazos, eran un tacto tan cálido y delicado que no quería que se terminara jamás.

"I bless the rains down in Africa"

Porque si en el lugar más seco puede llover, tal vez yo podía gustarle a Steve Harrington tanto como él me gustaba a mí.

Stupid Cupid [Steve Harrington y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora