Capítulo 11: El relato de James Snow

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Tragué saliva y me removí incomoda sin poder articular alguna palabra. La silla de madera arqueaba mi espalda haciendo que mi columna quedara en una posición recta. Me llevé el vaso a los labios resecos y deje pasar el fresco líquido por mi garganta. Camelia tenía razón, el agua me ayudó. Hace un rato tenía jaqueca y una profunda sensación de malestar, ella me dijo que todo esto era completamente normal. Mi organismo estaba cambiando debido a que los hechizos que bloqueaban mis viajes en el tiempo fueron rotos. No sabia muy bien a que se refería, y no quise preguntárselo.

Pasé la vista a los cuadros que había en la sala. Algunos eran muy mediocres y faltos de creatividad, la iluminación no correspondía con la imagen, y otros estaban bien hechos pero eran paisajes aburridos sin mensajes ocultos. Hubo uno que llamó gravemente mi atención: era una mujer con la cabeza agachada, el cabello gris le cubría la mitad del rostro y lograbas apreciar su perfil griego. Sus párpados estaban cocidos al igual que su boca por un grueso hilo negro, y las manos tenían unas cadenas medio oxidadas que estaban atadas a su propia espalda, el metal se encarnaba en su piel roja por la presión, dejando al descubierto hilos de sangre y cicatrices a lo largo de su columna vertebral.

- ¿Te gusta el arte?- preguntó Camelia, sacándome con brusquedad de mi trance.

Asentí con la cabeza.

- ¿Qué significa ese?- dije señalando al de la mujer con cadenas-¿esclavitud?

Normalmente el arte depende del significado que tu le des, pero no podía relacionar esa pintura con nada semejante.

- Somos obligados a llevar las cadenas que decidimos cargar por el simple hecho de no hablar ni ver el daño que hacemos a este mundo, nuestro mundo-explicó con tranquilidad.

- Es muy...profundo - me quede embelesada con la imagen.-la incógnita, la textura, lo que transmite...

- ¿Así qué también pintas? -dijo mirándome de reojo. La seriedad había desaparecido de su rostro por completo, y ahora sonreía como si supiera algo que nadie mas conoce.

- ¿Cómo lo sabe?- la miré recelosa. Hay personas que saben apreciar el arte sin necesidad de saber pintar, o esculpir, o dibujar...

- Es por tu forma de hablar, lo dices como si no hubiera otra cosa en el mundo más que dejarse envolver por los colores.-sus dedos largos y delgados tamborilearon en la mesa.-Además tienes una mancha de pintura en tu blusa.

Toqué mi pecho y sentí un terrible vacío al no portar mi collar. Es como otra extremidad de mi cuerpo, en cuanto llegue a casa voy a buscarlo. No debe ser muy difícil abrir una caja con candado, considerando que he abierto puertas de casas y apartamentos con sólo una navaja ¡mi primer arresto por allanamiento de morada! ¿Que? El hecho de que no le causará problemas a mi abuelo, no significa que no me metiera en ninguno.

Miré nerviosa a Camelia, el silencio se volvió incómodo.

Nos estábamos quedando sin tema de conversación ya que había mandado a Alec y Sarah a dormir. Parecía como si fuera su madre, sin embargo, no lo era. No quería inmiscuirme preguntado por qué vivían aquí o dónde están sus padres.
Me pregunto que habrá pasado con sus familias, es decir, no creo que sean parientes, ninguno de los tres se parecen en lo físico.

- Estoy segura de que Alec ya te ha contado un poco sobre esto-se levantó de su asiento y comenzó a buscar en las puertas de la cocina integral. Sus manos se movían con agilidad y la destreza por los gabinetes, palpando hasta encontrar lo que buscaba.

- Me habló sobre las cinco joyas: El Zafiro, El Rubí, La Amatista...- dudé un momento intentando recordar.

- La esmeralda y El Ónix Negro.- terminó por mi.-Como ya te has dado cuenta, esos objetos tienen la capacidad de contener el poder suficiente para hacerte viajar al pasado o al futuro, aunque los viajes al futuro son muy breves porque el creador del hechizo se concentró mas en los acontecimientos anteriores.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora