Capítulo Cincuenta: Nathan Bowie

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«Los entregué»

Ese pensamiento atormentaba mi mente mientras caminaba por un sendero de hierba húmeda. El jardín era hermoso, desde las fuentes de agua cristalina hasta las mariposas azules que revoleteaban encima del follaje iluminado por el resplandor luz de la luna.
Bajé la vista hasta mi ropa, un elegante y exótico vestido acariciaba mi piel. Yo era parte de esta escena pero me sentía un espectador.

La gruesa voz de un chico perforaba mis tímpanos "Quédate en el jardín y entra cuando sea hora. Lo sabrás"
"Entiendo" responde una voz melodiosa y lejana... La mía.

Mi cuerpo y sabe lo que pasa, pero yo no tengo ni idea. Es como ver las cosas desde otro punto.

Echo un vistazo al rededor; El jardín; dos puertas grandes color chocolate que encabezan la edificación... Oigo una triste melodía de violín.

Luego comienza lo malo. Gritos, gemidos y cosas rompiéndose, no puedo ver nada, una nube de humo me lo impide.
Lenguas de fuego negro lamen las paredes del lugar, se extienden con rapidez consumiéndolo todo.
Llamas mágicas, lo se, aunque no tengo idea de donde provengan.

Atravieso corriendo el salón principal, una turba de gente vestida de gala me hace retroceder, todos asustados, buscando una salida.
Me intento abrir paso con desesperación, estoy buscando algo ¿un objeto? ¿A una persona?
Mis instintos me guían, se que lo que necesito esta pasando la escalera doble al fondo. Alzo el vestido para subir corriendo, de algún modo presiento que se me agota el tiempo.

Una mano gélida me detiene del brazo impidiéndome subir.

- Sarah- escupo su nombre con una mezcla de congoja y amargura.

- Lana - Ella estaba a punto de llorar, noto que tiene el pelo chamuscado. Su voz se quiebra- ¿Cómo pudiste?

No respondo, mis facciones se endurecen.

- Yo no hice nada.

- No te hagas la estúpida- chilla con el rostro contraído en temor, rabia y desconfianza. - Maldita zorra- se abalanza hacia mí pero Max la detiene por la cintura.

La horrible sensación de Dejavú se apoderó de mí. Esto ya lo había soñado, aquella vez estaba confundía, ahora tenía una emoción que opaca a mi perplejidad: la ira.

Max ya no poseía su característica melena verde, se hallaba semi-rapado. Un nuevo cabello negro crecía con lentitud. Sus ojos grises se posaron en los míos mientras me jalaba del codo para impedirme el paso.

- Máximo- mascullo con altanería y prepotencia poco usual en mí. Las arcadas invaden mi cuerpo, el tiempo se agota... Me deshago de la mano como si su tacto me causara repulsión.

Ignorando el sonido de protestas, me aventuro más allá de los escalones.
Al llegar arriba, contemplé como todos ardían a mis pies. Las personas corren de un lado a otro buscando extinguir el fuego con muchos hechizos, la escena me recordó a cuando tapas un hormiguero. Todas huyen confundidas, tratando de buscar una salida para no morir.

La culpa me carcomía desde el interior.

Miré abajo, detrás de los pilares estaba él, rompiendo ventanas para ayudar a la gente a salir. Sus ojos azules se encontraron con los míos un segundo antes de que eche a correr.
Las lagrimas picaban en mis ojos, pero no iba a desviarme de mi objetivo.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora