Capítulo Cuarenta y ocho: Te veré pronto, Rosie.

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La cocina estaba impregnada con ese cálido aroma a mantequilla derretida que deleitaba mi olfato. Daniela había preparado hot- cakes de desayuno, la mesa estaba llena de platos con fruta y cosas para untarles, pero yo no tenía hambre, estaba muriendo de sueño.
Debido a las circunstancias me dormí muy tarde, ayer fue un día....complicado. Un cúmulo de sensaciones se retorcía en mi estomago cada vez que recordaba la noche anterior, Alec me besó, se abrió conmigo de una manera que nunca lo había hecho.
Me gustas, Lana. Esa frase hacía eco en mi mente, dejándome sumergida en un colapso emocional. Claro que me encantaba Alec, pero no creí que algo fuera a surgir entre nosotros, siempre lo creí fuera de mi alcance, incluso me llegó a caer mal.
Mi cerebro daba vueltas en un torbellino vertiginoso tratando de averiguar cómo iban a ser las cosas de ahora en adelante ¿Lo ignoraríamos? ¿Somos algo? Esas preguntas me abrumaban, hacían que mi mañana no pudiera ser peor...¡oh! Si puede, hay escuela.

- Lana- Daniela usaba ese tono quejumbroso, con los brazos en jarras y los labios fruncidos- No has tocado tu desayuno, ni si quiera un miserable vaso de leche.

Levante la vista hacia ella con fatiga.

- No tengo hambre, Dani.- refunfuñé, con la frente pegada al frío mármol de la mesa.

- Los hice como te gustan...

- No te preocupes, se los comerá.- La imponente voz del abuelo hizo eco en las paredes de la cocina. Estaba parado junto al refrigerador con una taza humeante y un periódico bajo el brazo, tenía una pose altiva con los hombros atrás, la barbilla bien en alto, aunque su rostro era inexpresivo.

Por el tono en el que lo dijo supe que no era una sugerencia.

A regañadientes, comencé a untarle miel con un cuchillo a el hot- cake que estaba sobre mi plato, mientras lo miraba fijamente para que supiera que estaba en desacuerdo, pero igual lo iba a comer, debía obedecerle después de que no me castigó por llegar tan tarde.
Me acuerdo que cuando cerré la puerta tras de mi, estaba sentado con un crucigrama en las piernas y unos lentes de media luna descansando en el puente de su nariz.

- Es de madrugada y parece que revolcaste por la avenida principal ¿Debería preguntar que pasó?- había dicho sardónico.

Yo me encontraba sonrojada y con los labios ardiendo. Mi pulsó se alzó por los cielos pero disminuyó cuando me percaté de que no parecía enojado.

- Nop, es mejor que vayas a dormir.- pasé junto a él, quitándome los zapatos para no ensuciar la alfombra.

- Lana...-advirtió con un tono peligroso.

- Tengo mucho sueño.- mentí, y bostecé para darle credibilidad a mis palabras.- Te amo, buenas noches.

Al parecer mis evasivas funcionaron bien, pero amarlo y desearle una buena noche no era suficiente para contenerlo hoy.
Se dejó caer en la silla dandole un gran sorbo a su café negro. Su mirada bailaba entre su periódico y yo, parecía interesado en mi aspecto agotado, creo que pude percibir una leve sonrisa al ver las medias lunas debajo de mis ojos ¿Qué tenía de divertido? ¿Te parece gracioso que no haya dormido, anciano?

- Tú te lo buscaste, princesa.- sentenció subiendo las comisuras de su boca.- Lo negro de tus ojeras  hacen que tus ojos se vean mas grandes.

Le di un sorbo al vaso de leche, fulminándolo con mis "ojeras"

- Me alegra que mi falta de sueño haya despertado tu buen humor.-murmuré, sobándome las cienes.- Cambiando de tema ¿Crees que podrías llevarme? No se si pet vaya a ir, ya es algo tarde.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora