Capítulo sesenta y dos: Planificar

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- Los colores cálidos como el amarillo, rojo y anaranjado crean sensación de movimiento -recitaba el profesor Casper, caminando de un lado a otro por todo el recinto- En cambio, los colores fríos como el azul, morado o verde expresan poco movimiento, se tratan de colores tranquilizantes ¿Lo comprenden?

Nadie respondió.

- Pregunté que si lo comprendían -repitió, esta vez más alto. Media clase respondió de manera afirmativa, apáticos. - Porque la mayoría de sus obras dicen lo contrario. ¡Es estilo libre, jóvenes! Pueden hacer un autorretrato, un paisaje... Cuadros abstractos, surrealistas, tradicionales -chasqueó la lengua reprobatorio al pasar junto a Andrew- No un simple tazón de frutas con saturación de luz.

Una pareja frente a mi caballete se besaba detrás de un cuaderno de bocetos, ambos tenían el mismo dibujo de un bosque con niebla en el lienzo pero solo ella lo pintó con acrílicos.
Se notaba a kilómetros que lo habían copeado rápido para seguir en lo suyo.
Casper se deslizó entre ambos igual que la humedad, les pasó un brazo a cada uno por el cuello trayéndolos a su pecho. Apoyando la cabeza en el hombro del chico y cerrando los ojos fingiendo paz.
Ese maestro tenía el talento de convertir una escena bizarra en graciosa.
La pareja se separó de inmediato, un violento rubor los cubría.

- Las muestras de afecto afloran los sentimientos en el artista -suspiró, incorporándose- lastima que las emociones sean demasiado similares.- señaló ambos cuadros con el mismo dibujo- Yo que tú me cuidaba, linda. No querrás convertirte en la próxima Margaret Kane.

La joven parpadeo aturdida. No me sorprendió, sino sabe diferenciar los colores primarios dudo que sepa algo sobre la pintora.

Casper puso los ojos en blanco, siguiendo la lenta marcha para evaluar el avance de sus alumnos. Se movía tan rápido como esos pantalones holgados de vagabundo se lo permitan. Llevaba una barba crecida de días, un collar de conchas y caracoles de mar brillante que tintineaba cada vez que caminaba. Pero el mejor toque en su atuendo era la ausencia de calzado. Todavía no entiendo como el director controlaba minucioso cada aspecto en la escuela y no dice porque un maestro ande en calcetines por ahí.
Verlo andar era entretenido; sus múltiples tropiezos con el chico que dibujaba a carboncillo. Diciendo comentarios crueles del trabajo de otros, incluso de los materiales que utilizaban.

- Aléjense del lienzo -seguía diciendo a nadie en particular- aprecien el panorama general desde distintos ángulos -frunció el ceño cuando se fijó en una pintura del fondo- Recuerden la textura: utilizar menos pintura ayuda a envejecer el tema, usar más crea densidad... No señor Robert, la cinta adhesiva funciona en obras abstractas no en las cejas de su compañero.

Volví la vista a mi lugar. Mi pintura era extraña, encaja en lo surrealista por la temática mágica. Son dos personas tomadas de la mano, de silueta confusa y delgada como si su imagen se distorsionara en agua.
Sus pies están a centímetros del suelo, una estela de color verde y azul los rodea, seguido por destellos plateados que remarqué una y otra vez con ese pincel delgado e incluso polvo de gis para darle más consistencia.
Las hojas de los árboles a su alrededor son de un verde oscuro a excepción de esa orilla en la copa, que está cubierta por el resplandor plateado de la luna.
El cabello negro de ella le cubre parte del rostro, y él chico tiene una mano frente a su nariz con la intención de protegerse del polvo y la luz cegadora.
No empecé haciéndolo pero terminó como Peter y yo segundos antes de teletransportarnos.
Fue una obra increíble para esa mano izquierda que consideraba inútil. Ahora me encontraba matizando los colores con un pedacito de esponja seca y pintura acrílica blanca.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora