Capítulo 20: Miradas matutinas

667 39 18
                                    

Tenía una expresión glacial, sin embargo, sus gestos reflejaban la ferocidad de un animal enjaulado apunto de comerse a quién se acerque.
Miró a su alrededor despectivamente y luego hacia nuestra dirección, su semblante había cambiando de molesto a entretenido.
Quería contarle quien era John, decirle todo lo que nos hizo pero cerré la boca por temor a parecer una niña acusándolo.

John lo miró de la misma manera que lo haría con un bicho aplastando bajo sus caros zapatos.

- Erick -pronunció tajante, a pesar de que le temblaban los puños a los costados- cuando el día no podría ponerse peor, llega el anciano insolente.

- Más respetó, John. -Exigió el abuelo- podría ser tu padre, aunque siento algo de pena por el ser que te engendró ¿te imaginas la decepción que se llevó al saber que tú eras su hijo?

- ¿Se conocen?- preguntó Alec en voz baja para que sólo yo escuchara.

- Si, y no se llevan muy bien -susurré.

¿Y con quién si se lleva bien? -Me interrogué a mi misma- Erick tenía su carácter, sentía un odio profundo por sus yernos y nueras. Eso incluía a mi mamá, a la madre de mi prima Wanda, y al tío Ethan.
Ya que Rose era como una hija, John entraba automáticamente en la lista.

- ¿A quién quieres engañar? No eres mejor que yo -decía el padre de Peter, apretando la mandíbula. Sus rostro se había cubierto de un color carmín por la rabia.- Mi esposa también confió en ti, pero la traicionaste.

- No te atrevas a nombrarla -amenazó, dando un paso adelante.- Ella estaría asqueada por la...cosa en la que te has convertido.

El sujeto se cruzó de brazos altanero mientras es esbozaba una sonrisa maliciosa que tenía cierto parecido con la de Pet.

- ¿Qué? ¿Acaso estas celoso por que ahora controlo la magia igual que tú?

- ¿Celoso? ¡Oh, John! Me provocas lástima, ya no eres humano pero tampoco eres un brujo, ni siquiera esos hechizos te pertenecen. No eres nada.- soltó la ultima palabra cargada de asco e ironía.

Alec paseaba la mirada entre ambos, se podría decir que estaba entretenido.
Yo, por otra parte, no podía dejar de jalarme el cabello. Enroscaba los dedos en un par de mechones y tiraba de ellos hasta perder la sensibilidad en mi cuero cabelludo, no era algo que me ocurriera tan frecuente como hablar sola pero si cuando me hallaba muy nerviosa.
Alec me detuvo, su agarre no era brusco sino firme. Ninguno rompió el contacto hasta que John habló.

- Antes sentía algo de pena -comentó, fuera de sus casillas- sin embargo, creo que voy a disfrutar mucho como te quitan a tu princesita.

- No me provoques -advirtió, sus amenazas eran para tomarse enserio.

Despegó los ojos negros del hombre que tenía adelante y los clavó en mi buscando una explicación.

- Él...v-vendió a P-Peter- balbuceé. No podía articular una frase coherente de los nervios.

El abuelo se ajustó la corbata de modo indiferente, volviendo su atención a él.

- Lana se ofreció a tomar el lugar de Peter para poder completar mi trato con Gabriel Baker -John me interrumpió, su boca se curvó en una perversa sonrisa.- ¿No encanta que al pasar de los años siguen compartiéndolo todo? Peter quiere helado de vainilla, ambos tienen helado de vainilla. Lana quiere luces en el cabello, ambos consiguen esas ridículas luces en el cabello. Claro que sí. Y ahora irán con Gabriel por esa patética incapacidad de no hacer las cosas solos.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora