Capítulo cuarenta y siete: Besos de Azucar

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- ¡Alec!- exclamó Camelia, su coleta rojiza le bailaba en los hombros al moverse. Estaba pálida, y creo que se volvió transparente al ver el hombro sangrante de Alec.

- Tenemos un problema-anuncié a la sala, señalando el hombro tibio por la sangre.

- Soy el problema más sexy que les ha pasado-repuso él, con una sonrisa cansada.

Peter y Max corrieron a ayudarlo. Alec les pasó los brazos por la nunca para apoyarse, he hizo una mueca de dolor cuando el abrigo de Max rozó con la herida.
Mónica corrió hacia él despavorida, sus uñas bien cuidadas le acariciaron el mentón y la mejilla en un débil intento de transmitirle apoyo. Emplee toda mi fuerza de voluntad para no ir a romperle los dedos uno por uno.

- Rápido-jadeó Cam, un repentino sudor bajaba por sus cienes.- ¡Quítenle la camisa!

Como si la hubieran invocado, Helen sostenía unas tijeras de punta redonda en la mano. Comenzó a cortar su chaqueta sucia y la camiseta rasgada, poco a poco para no lastimarlo.

- Era nueva-se quejó, observando con tristeza el suelo.

- Pónganlo sobre la mesa- les ordenó a Peter y Max.

Intercambié una breve, pero significativa mirada con el rubio antes de que continuara sujetando a Alec. Sarah extendió el brazo y arrojó al piso todos los objetos de la mesa con un rápido movimiento. El mismo que usaría alguna estrella de rock caprichosa.

- ¿Por qué tanto escándalo?-inquirió una voz desconocida detrás de un  sillón de piel.- podrían sanarlo y ya. ¿No se supone que es lo que hacen?

- No es cualquier cosa-replicó Camelia, con la vista fija en el chico, y las manos moviéndose frenéticamente sobre su hombro y espalda.- Estas armas debe haber estando encantadas con magia negra, Erika.

¿Erika? Me giré sobre mis talones para verla.
Estaba entre los catorce o quince años. Era preciosa, esa clase de chicas que nacieron para la televisión. Su piel tenía un suave matiz dorado que contrastaba con su cabello, brillante como una moneda de cobre. Pero lo que mas te intrigaba eran sus ojos; rasgados y bordeados con una fina línea de pestañas. Poseían un brillo de superioridad y dulzura a la vez.

- ¿Qué es?-Mónica se me adelantó, aunque yo lo iba a preguntar con curiosidad y no desagrado.

- Me llamo Erika-respondió, como si su voz se tratara de un privilegio que no le pudiera otorgar a cualquiera.

- Pregunte qué no quién -contraatacó, con un veneno que solo ella lograba permitirse en estas circunstancias.

La chica y Camelia intercambiaron una mirada cómplice.

- Es una vidente- La pelirroja tenía toda su atención en Alec.- Ella me ayudó a encontrar a Sarah- unas luces ámbar brotaban de sus manos como si fuera agua, empapando el torso de Alec hasta que ya no se distinguía su piel.

- ¿Es enserio? ¿De donde la conoces?

- Mónica, ya deja el interrogatorio.

- No, adelante- Erika sonrío altanera.- me encantan las entrevistas.

- Es todo- Camelia las miró mal- Quiero a todos fuera de la habitación, espérenme en la sala de entrenamiento o donde les plazca, solo no se vayan.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora