"Adios"

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Era una noche cálida y hermosa. La familia se reunía por el cumpleaños de la hija de Erick, Mery -quien insistía en no revelar su edad-.
Los Harrison eran indecisos, a veces daban fiestas extravagantes, otras de gala, y algunas simplemente hacían cenas tranquilas en casa del abuelo. Lo cierto, es que no dejaban pasar la oportunidad de estar juntos.
Peter Lockwood también se encontraba ahí, incluso le trajo un presente a la tía de Lana. Además de ser un joven carismático, fue el primogénito de Rose, una gran amiga de Erick, por eso a nadie le resultaba extraño. El chico era como adoptado, y todos lo estimaban.
Mery recordaba a su madre, y a los fuertes celos que sentía cuando su papá pasaba más tiempo con su alumna particular que con ella. Después de crecer, se sintió mal consigo misma por todas las bromas de mal gusto que le gastó cuando iban a la Academia. De lo que no se retractaba ni una sola vez es de las que le hizo a Catalina, la fallecida madre de Lana, esa si las merecía.
En aquellos días podría considerarse estúpida he inmadura, pero es que ella siempre fue "La niña de la casa" y que un par de chicas le arrebataran a su hermano favorito o a su padre... La había puesto mal el pensarlo. Aunque de Rose no podía decir nada, le tuvo mucho cariño a Erick, y no trato de arrebatárselo. En cambio, Catalina se llevó consigo a Demian...hasta la misma tumba.

Apartó esos recuerdos, esbozando una gran sonrisa al regalo de su esposo, Ethan.

Complacida, abrió la caja, arrancando la cinta con sus blancos dientes.
Dentro, yacían unos suntuosos aretes de diamante sobre una caja mas pequeña de terciopelo rojo. Una nota sobre-salía del borde: Felices treinta y...
Mery logró romperla antes de la vieran, abrazó a su esposo para susurrarle que iba a dormir en la bañera, otra vez.

- Se ven baratos- Erick los señaló despectivamente.- ¿Los sacaste de alguna casa de empeño?

Ethan apretó los dientes.- No, pagué por ellos "suegro"

- Papá -advirtió Mery.

- Si, si, aparentemos frente a los niños que es un excelente marido.- bufó.
Odiaba a su yerno.

Ethan aun recuerda la pelea que tuvo con el viejo antes de ir a pedirle la mano de Mery. Le puso un ojo verde, lo llamó pobretón de mierda he incluso amenazó con borrarle la memoria si se le acercaba. Pero la satisfacción de haberle quitado a su única hija nadie se que la quitaba.

- Déjalo tranquilo- intervino Waldo, entró a la cocina con el pastel que Liv preparó. No se ofreció por buena persona, fue a buscar las botellas de champaña para brindar, y las de whisky para olvidar- se decía así mismo-. El hombre nos hace un favor librándonos de la brujita- palmeó con suavidad la cabeza de la cumpleañera.- Y de sus clones malvados- hizo lo mismo con sus hijos, solo que más fuerte.- Dicen que siempre hay uno bueno y uno malo, para mí los dos están jodidos.

Una risita se extendió, haciendo eco en las paredes.

Mientras servían el postre, se preguntaban extrañados qué mosco les picó ¿por qué nadie había discutido durante toda la cena? El ambiente lejos de ser agradable se sentía un poco vacío, y es que faltaban dos miembros importantes, aunque no se percataron hasta mas tarde.

En esa misma casa, a unos cuantos pasillos dejos de la cocina, se armaba un desorden.
La pesada maleta neón rodaba por las escaleras causando ruidos estrepitosos, seguida de unas botellas de acondicionador, y una caja con frascos de perfume -por fortuna no se quebraron-.
En la parte de en medio, se hallaba una joven con lagrimas en los ojos y unas bolsas de tela bordadas bajo el brazo.
Las firmes pisadas de sus tacones atrajeron la atención de la mujer de limpieza.

- ¿Wanda?- preguntó extrañada al ver todas sus pertenencias esparcidas por la alfombra.- ¿A dónde vas?

La rubia no se molestó en mirarla, siguió bajando lentamente aferrada al pasamanos.
Las sensaciones amargas subían por su garganta hasta hacerla sentir que había bebido ácido. «Ya no» Se decía así misma, era todo lo que podía soportar. Estaba harta, no podía con esas emociones.
Quería ser feliz, que su madre no fuera una alcohólica, y que su padre se preocupara por ella.
Había soportado tanto tiempo sola, y cuando por fin encontró un chico que la escuchaba, que la comprendía como no lo hacia otra persona... Llegaba Lana y se lo arrebataba así sin más.
Ahogó un grito de frustración en el fondo de su garganta al recordar, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Jeremy besando a su prima aparecía como si estuviera tatuada debajo de sus párpados.
La odiaba mas que nunca por hacerle eso, odiaba a Jeremy por seguirle el juego, y a su abuelo por hacer mas por su prima.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora