Cuando era pequeña, el abuelo nos sacaba a mí y a mi prima todos los días al parque a jugar con los cachorros de una vecina. Un par de pugs regordetes de color negro. Me recostaba sobre la hierva húmeda dejando que los perritos se subieran sobre mi estomago y me lamieran rostro haciéndome cosquillas. Wanda les acariciaba la cabeza con una leve palmada, comentando -con desprecio- que yo era una "asquerosa" al permitir que pasarán su lengua por mi piel. El abuelo dijo que tenía que ser un poco más pulcra, así que un día tomé la iniciativa de no revolcarme en el césped y empezar a darles palmadas en la cabeza, al principio todo estaba bien, pero un día mientras estaba distraída diciéndole a Wanda palabras cuyo significado desconocía, uno de los perros cerró su mandíbula sobre mi brazo, en ese momento no sentí dolor más bien traición. Yo alimentaba a esa bola de pelos cuando la vecina no estaba, jugaba con el y le proporcionaba cariño como si fuera su dueña. Wanda se burló todo el camino a casa, diciendo que mi cara de sorpresa no tenía precio, supongo que es la cara que tengo en este momento: una mezcla de confusión y traición.
- ¿Qué te pasa?- gruñí, intentando no perder el control. Las manos me temblaban a los costados, sin embargo, no era frío mas bien rabia.
Me llevé una mano a la mejilla enrojecida, sin dejar de desafiarlo con la mirada.
- ¿Qué te pasa a ti?- Su grito logró que los vellos de la nuca se me erizarán.- Te largaste sin decirme nada, no llegaste a dormir. ¿Tienes idea de lo mal que me encontraba?
Sus ojos negros reflejaban enojo, pero había una emoción oculta tras ellos...frustración. El habitual semblante tranquilo he irónico al que estuve acostumbrada desde que nací se perdía, dejando a un completo desconocido.
- Si vine a dormir - Retrocedí, abrazándome como si pudiera protegerme de su cólera. Me maldije a mi misma por no haber avisado, él se volvió paranoico desde la muerte de la abuela Maggie, o eso dice su hermana. - A la mañana siguiente fui a la escuela, con Peter.
Me echó un gélido vistazo antes de crujir la mandíbula y negar con la cabeza.
- ¿Qué haces vestida así? ¿Dónde pasaste el día?
No se si oí bien, pero creo que me esta dando la oportunidad para explicarme. Lamentablemente no la supe aprovechar, los sólidos argumentos que planee antes de llegar se desmoronaron hasta convertirse en simples balbuceos.
- Y- yo... Ehhh. Salte.
El rostro se le ensombreció.
- ¿Viste a Camelia? ¿No es verdad?- preguntó. Algo en él me decía que ya sabia la respuesta, solo quería escucharla de mí.
- Si.- mascullé, incapaz de sentirme como si hubiera puesto un puñal en su espalda. Todo su rostro se aflojó, como si le acabaran de pegar una cachetada ¡irónico! - Fui ayer por la noche, ahora vengo de ahí. Ella prometió ayudarme s-si
- ¿Si, qué?- ladró, dándole un golpe a la mesa junto a la puerta.- Tu no lo comprendes, eres demasiado joven, demasiado manipulable, solo quieren explotar tu don.
- ¿Cómo lo sabes?- Ahí estaba de nuevo, esa vocecita que decía que él sabe algo que yo no.
- No pienso a discutir esto ahora-Contestó, con frialdad.- Tienes prohibido volver a relacionarte con esas personas.
- Creo que no vas a poder pedirme eso, ya que ahora Pet es una de esas personas. Pero eso ya lo sabías ¿no?
Abrió los ojos como platos, era muy difícil tomarlo desprevenido y yo lo había hecho. Pude sentir una pequeña sensación de triunfo en mi interior, y más aún porque va a tener que decirme que sabe sobre Pet.
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Las joyas del tiempo
JugendliteraturEn el mundo existen sólo cinco joyas preciosas que se crearon para viajar en en tiempo. Estos elementos están malditos por el brujo que los creó. El portador de la joya tendrá un poder inimaginable más allá del universo mágico pero también será acre...