Mi cabeza se estrelló en el concreto produciendo un sonido repugnante, el impacto me hizo girar, y apenas pude mantener el equilibrio. Mi vista se nubló un momento haciéndome ver estrellas ¿por qué carajo nunca hay algo blandito? Lo tomaré como nota mental «Lana, la próxima vez que saltes en el tiempo trae un maldito colchón» Así no me rompo el cráneo o las costillas.
Me encontraba en el suelo toda dolorida. Las veinte capas de tela estaban sobre mi rostro, aprisionándome entre tul y organdí.
Logré quitármelas más rápido de lo que pensé, la claridad del sol me cegó un momento antes de ver donde estaba.Volvimos al principio en el patio trasero de la escuela, justo como antes de saltar. Para mi buena suerte no se encontraba nadie más, hubiera sido terrible tener que explicar como llegué de la nada y con un traje que pesa más que yo.
- ¡Lana!- dijo una voz entrecortada. Parecía más un quejido, pero la reconocería hasta dentro del agua. Peter.
Voltee a los lados y no había nadie, no se veía de donde provenían esos quejidos. ¿Dónde te metiste?
- Arriba -contestó como si hubiera escuchado mis pensamientos.
Incliné el cuello hacia atrás, había un árbol muy alto con hojas a rebosar a pesar de estar en otoño, los últimos destellos del sol se filtraban por los espacios huecos de las hojas creando una sombra perfecta. En la copa del árbol, se encontraba un muchacho de cabellos rubios y ropa de anciano, su espalda estaba en una rara posición; los brazos le caían por encima de las ramas y la cabeza le colgaba como a un muñeco de trapo.
- ¿Qué haces ahí?- no pude evitar que una risita se escapara en mis labios. El chico parecía una gimnasta aficionada.
- Oh, Nada. Sólo tomo el sol, ya sabes, por vitamina D...¡¿Qué crees que hago?!- gritó enojado.
- Espera, te voy a ayudar.
El dolor estalló en mis músculos cuando me levanté. Sin embargo, no tenía nada que me impidiera desplazarme.
Me acerqué con cuidado, intentando no tropezar con las gruesas raíces que sobresalían de suelo. Apoyé mi tacón en una rama y di un salto para darme impulso, mis medias se abrieron de las rodillas al entrar en contacto con las afiladas plantas que crecían debajo del árbol. Encajé las uñas en la corteza he ignorando el dolor en las palmas comencé a escalar, subiendo un pie tras otro he intentando no mirar abajo.
Junto a un nido de aves estaba la caja que robé en la pastelería, no se había doblado, ni se aplastaron los postres ¡La caja esta intacta y a mí me sangra la frente! Aprovechando, saqué un panecillo y le di una gran mordida, estaba delicioso, se parecen a los que horneaba la tía Mery sólo que estos no rebotaban si los tirabas al suelo.
- ¿Esta rico? ¿Te traigo café?- ladró mi doblado amigo- Parezco una figura de origami y tu te pones a comer.
- Pienso mejor con el estómago lleno- murmuré mientras masticaba otro pedazo. Como dije, estaba delicioso.
- Harrison...-advirtió con los dientes apretados.
- Ya voy, ya voy.
Estaba muy alto, con su peso no tardará en caer de cabeza. Teníamos que hacer equilibro antes de que su cara estuviera dentro de un nido.
- Estira la piernas a los lados- le ordené. Por cómo conozco lo conozco, hubiera hecho un comentario indecente a mi petición pero esta vez se quedo callado.
Le tendí la mano enguantada y cuando la aceptó tire con todas mis fuerzas hacia adelante. No era fácil mover ese cuerpo lleno de hormonas y maldad. Las ramas crujían con el viento ¿ O es nuestro peso? Seguí jalándole hasta que por fin logró levantarse de su incómoda posición.
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Las joyas del tiempo
Ficção AdolescenteEn el mundo existen sólo cinco joyas preciosas que se crearon para viajar en en tiempo. Estos elementos están malditos por el brujo que los creó. El portador de la joya tendrá un poder inimaginable más allá del universo mágico pero también será acre...