Subía las escaleras a un ritmo lento, pausado. Aferrando la mano izquierda a la barandilla como si en cualquier momento fuera a tropezar.
Mis movimientos eran torpes y los analgésicos no habían hecho más que empeorarlo, me sentía drogada, estúpida pero sobre todo cansada.
Los días anteriores se llevaron toda la energía en mi cuerpo, dejando esta versión demacrada sin alma. Ni si quiera me gustaba verme en el espejo, estaba pálida con los labios agrietados. El cabello enredado caía por la mitad de la espalda haciéndome lucir igual que una vagabunda, incluso comenzaban a notarse algunos moretones debajo de las rodillas, raspones en la parte inferior de las muñecas. Aunque dudaba que fueron por la caída de anoche, esos me los hice en el viaje anterior mientras corríamos entre la turba desenfrenada.Lo más difícil de tener un brazo roto fue arreglarme, al tratar de ponerme el uniforme tuve que hacer el doloroso proceso de embutir el yeso en parte de una manga doblada. Jalar el cierre de las botas con los dientes, y dejar la corbata desnudada.
Casi se me saltaron las lágrimas cuando colgué la mochila en mi espalda, esta rozó las vendas haciéndome gemir.- ¿Lanit? - dijo Wanda del otro lado de la puerta. Transmitía una incomodad nerviosa, como si le costara trabajo hablarme- ¿Necesitas ayuda?
- Lárgate -respondí tajante, trataba de que no oyera mi voz quebrada.
Entró, ignorando deliberadamente mi claro mensaje de que no era bienvenida. No en la habitación, ni en la casa o en mi vida. Ya había hecho suficiente.
Llevaba esa delicada bata de seda rosa con las iniciales WH bordadas en hilo blanco sobre el pecho.
Recogió la melena rubia rojiza en una coleta a la altura de la nuca, y ni una gota de maquillaje; su rostro aún tenía ese aire infantil que me traía viejos recuerdos.Cruzó los brazos, examinando minuciosa el cuarto y luego a mí. Él miel en sus ojos se volvía frío e intimidaba como el de una villana en los cuentos que solía leernos mi papá. A los ocho, esas miradas me hacían estremecer, después pude sostenerlas con la misma ferocidad.
- Debes dejar de tratarme como mierda -soltó de pronto, tomándome desprevenida.
- ¿Es una sugerencia?
- No somos amigas, sino lo fuimos antes no lo haremos ahora ¿bien? Solo déjame tranquila.
- Tú eres la que está en mi habitación, Wanda. Y la que está saliendo ¡anda! Muévete -la apremié, empujándola para cerrar la puerta. Su escuálido cuerpo de bailarina trastabilló.
- ¡Espera!- chilló, encaminándose hacia el tocador. Abriendo los cajones uno por uno a gran velocidad. Tomó un peine de madera con cerdas gruesas y le dio un par de golpecitos a la silla de enfrente.- Vamos siéntate... ¡Pareces un león! Voy a cepillarlo no a besarte. Idiota.
- ¡Oh! -solté un sonido fingiendo ternura- ¿Vas a acariciar mi cabello y hablaremos de nuestras películas favoritas? Olvidaremos que no fuiste una puta con la familia.
La curiosidad pudo más conmigo, me dejé caer en el asiento esperando que sacara unas inmensas tijeras de tela y me cortara los rizos o la cabeza. Cualquier cosa serviría para decirle al abuelo que era una amenaza, requería una excusa para acabar la tregua.
- Puede que haya sido una puta pero no sin razones -dijo mordaz, pasando el peine sin consideración alguna. Se untó una crema de vainilla en las manos y la pasó hasta el cráneo- A ti no te gusta ver lo que tienes al frente. Te conformas con lo que te dicen y tienes al abuelo en un pedestal.
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Las joyas del tiempo
Teen FictionEn el mundo existen sólo cinco joyas preciosas que se crearon para viajar en en tiempo. Estos elementos están malditos por el brujo que los creó. El portador de la joya tendrá un poder inimaginable más allá del universo mágico pero también será acre...