Capítulo 17: La casa abandonada

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Nos dirigíamos a casa de Camelia, por mas que intentaba memorizar el camino no lo conseguía, mis pensamientos divagaban y ya no tenía idea si eran nueve calles, o en que momento pasábamos el restaurante de comida italiana.
Me sentí torpe por preocuparme, no voy al medio de la nada, Camelia tiene vecinos, no he visto salir a ninguno de esos ermitaños. Tal vez son como el abuelo, que no se metan con nadie siempre y cuando no lo perturben.
Papá era diferente, recuerdo que solía aceptar los pasteles y plantas que les ofrecían el grupo mujeres entrometidas que se juntaban a chismear. Las invitaba a irse con tanta gentileza que tendían a volver. Yo conseguía unos exóticos cactus y postre de vainilla gratis.

- ¿Tienes alguna idea de donde pueda estar?- preguntó Alec, su voz era obstruida por el papel- No pude ser tan difícil ¡Es una esmeralda!

- Alexander, si no te quitas esa estupidez de la cara te juró que...

- Esa "estupidez" como tu la llamas, mi querida Sarah. Evita que me reconozcan- se quitó la bolsa con la carita feliz dibujada, los mechones café obscuro se cernían sobre su rostro.- Retomando el tema- contempló a Peter esperando una respuesta.

- Por enésima vez, no-lo-se- replicó .- Ya busqué por todo el departamento; las cajas viejas, mis maletas, debajo del colchón ¡Hasta la habitación C!

- ¿Qué es la habitación C?

- Es un cuarto pequeño que hay, guardo cosas para no amontonar mi habitación.- explicó muy serio- aveces lo uso como estudio y ahí cuelgo los cuadros morbosos que me da Lana.- antes de que pudiera contradecirlo alzó la voz- ¡El punto es que no la tengo!

Una descarga de adrenalina sacudió mi cuerpo.

- Oye ¿Le preguntaste a John?-las palabras me salieron tan rápido que no se si las comprendió.

- No...- alargó la ultima vocal.

- ¿Quién es John?- Alec alzó una ceja, mostrando más interés en la conversación.

Fingí prestar atención a mis uñas para que Peter respondiera, y así lo hizo.

- Mi papá -escupió, haciendo que el titulo sonara como un insulto.- Pero es un hijo de perra, así que no creo que vaya a ayudarnos.

- No es tan malo, tiene su carácter pero te quiere.- abogué por John.

- Me echó de la casa- masculló dolido.

- Te quiere a su manera.- sonreí con timidez intentando arreglarlo, mientras pet ponía los ojos en blanco.
John no era simpático o afectuoso, de hecho tenía conductas violentas, sin embargo, cuidaba bien de Peter cuando Rose falleció. No recordaba la ultima vez que le había gritado delante de mí, hacia su esfuerzo con ser comprensivo ya que Peter se metía en muchos problemas, los suficientes para expulsarlo y que su papá lo echara, algo que Rose nunca hubiera hecho.

- Probablemente este en su casa- sugirió Alec.

Los carnosos labios de Pet se contrajeron en una mueca de asco.

- Estas jodido si crees que voy a ir a casa de mi padre.

- No, tú estarás jodido en un par de semanas si no te colocas la esmeralda.- contestó con desprecio.

- ¡Calmados, muchachos!- ordenó Sarah, aminorando la velocidad para que cruzaran las personas en la calle- Primero hay que ver lo que nos diga Camelia, luego sacamos conclusiones.

El resto del camino permanecimos en silencio. A medida que nos aproximamos empiezo a identificar el trayecto, nos abrimos paso entre unas calles estrechas, pinceladas de árboles negros derechos y casi sin hojas; la luz se extiende y se abre a la carretera, las nubes tienen un aspecto esponjoso y brillante.
A mi lado, Peter endurece la mandíbula, sus hombros están tensos, parece estar meditando seriamente lo de la joya. Debemos encontrarla antes de que... Le ocurra algo malo.

Las joyas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora