Capítulo Treinta y siete: Visperas de Pasión

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Eliot caminaba inexpresivo, como si tuviera una burbuja alrededor y nada pudiera perturbarlo. Comenzaba a marearme el hecho de que se moviera de un lado al otro de la habitación.
Balbuceaba incoherencias, movía rápidamente los zapatos en la duela de madera para calmarse y que nadie se diera cuenta que lo estaban carcomiendo los nervios por dentro.
Camelia le cedió la palabra cuando se quejó de que él nunca participaba en las decisiones que se llevaban a cabo, sin embargo, ahora que le dieron el poder de alzar su voz se quedo tan callado que podías escuchar las pesadas respiraciones de los demás.

- ¿Y bien?-mi abuelo fue el primero en romper el silencio.- ¿Que son esas ideas y comentarios tan complejos que quieres compartir con nosotros?-creo que ni fui la única en percibir la ironía en su voz.

Pude notar como una risita mal disimulada brotaba de los labios de Camelia, igual que el ronroneo de un gato. Colocó la mano sobre su barbilla y volvió a poner ese semblante serio al que últimamente estaba acostumbrada.

- No lo presiones.-intervino Helen con la típica mueca de desagrado hacia el mundo.- Sospecho que puede hacer corto circuito o algo parecido.

- Que organice sus ideas en otro lado -el abuelo señaló la puerta de enfrente con desdén.- la sala se esta llenando de humo.

- ¡Cierren la boca!-bramó Eliot con los puños apretados.- Yo no pedí liderar este equipo. Su pecho subía y bajaba entrecortado. Los altos pómulos estaba teñidos de un violento rubor que lo hacia parecer más joven. Es la primera vez que se altera de esa manera.

Camelia se removió en el sillón como un felino elegante. La sonrisa había desaparecido de su rostro, y ahora pareciera que de cada poro de su piel brotaba seguridad y calma. Alzó una ceja depilada a la perfección.

- ¿Y qué es lo que pedías?- su voz ni guardaba humor insolente, solo una genuina curiosidad.

Helen sacudió la cabeza y masculló una palabra que sonaba como "mártir"

- Respeto.-declaró Eliot con frialdad.-Quiero que mi voto también cuente Camelia, fui asignado a esta misión igual que Helen, Mónica, Máximo y tú.

- En ningún momento se te ha faltado al respeto, querido.-Helen comenzó a desenvolver un juego de ajedrez que estaba sobre la repisa. Extendió el tablero frente a mi abuelo, que parecía más interesado por contar las piezas que prestar atención a lo que estaba pasando.

- Yo soy las blancas.-dijo mientas movía una torre entre sus dedos.

- ¡Ahí esta mi punto!- rugió Eliot haciéndolos sobresaltar y tirar las figuritas en el suelo.- Mis problemas no son de mucho interés por aquí.

- En realidad no.- masculló enfadado porque tendría que volver a acomodarlas.

- Es suficiente.- dictaminó Camelia poniéndose se pie con gracia.- Hay seis adolescentes en esta habitación y ninguno se esta comportando como ustedes.-giró sobre sus talones para encarar a Eliot.- Si deseas participar, adelante. Estas en todo tu derecho, solo no te comportes como una diva y háznoslo saber.-miró de reojo a mi abuelo y a Helen que había comenzado con su nueva partida.- En cuanto a ustedes dos, quiero madurez y sensatez de su parte. Somos integrantes del consejo...

- Yo no.- dijo el abuelo levantando el mentón para verla de frente.- Estoy aquí por mi nieta solamente.- mi pecho se llenó de alegría. Era lindo sentir que alguien te apoyaba, no me imagino como hubiera sido mi situación si fuera como Sarah, no tiene a nadie excepto a Camelia, ella es lo mas parecido a un familiar que posee.

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