Te llevo de la mano!❤️

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Aclaro,no soy autora de este capítulo lo he sacado de una página de Facebook.

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Cuando Margarita dijo que se encargaría del baby shower lo decía en serio.
Incluso reclutó a Catalina, mientras que las secretarias se encargaban de las invitaciones y juegos.
Se esmeró en que todo estuviera perfecto, con escenario en el gran jardín de la casa de los Mendoza, unas cuantas mesitas blanquecinas y sillas, y ni qué decir de las rosas blancas y rosadas que adornaban las mesas, y otros tantos que adornaban los pilares de la casa, así como un banquete dispuesto con fruta, quesos, bocadillos, té, jugos y una que otra bebida y una torta de chocolate y crema que se veía deliciosa, además de unas bonitas letras en dorado donde se leía “Camila” desde las servilletas de tela que mandó bordar, como en las copas con que brindarían todos con excepción de la mamá.
–¡Pero mamá! –exclamó Armando cuando su propia madre le pidió se mantuviera en el estudio como el resto de los hombres: don Roberto, Hermes, Nicolás, Freddy, Wilson e incluso Calderón que fue invitado.
–Ya me escuchaste mi vida –soltó la señora mientras Betty reía.
Se veía preciosa con el vestido rosado con lazo de costado, así como ese lazo del mismo tono que tenía en la coleta de caballo que la hacía lucir infantil. Betty tenía la complexión de los Pinzón: delgadas en general, salvo la pancita que sobresalía cada vez más.
–Mi amor, es solo un ratico, ¿bueno? –pidió conciliadoramente mientras Margarita sonreía pues descubrió que como nuera era un encanto.
–Pero dame un beso –ordenó emberrinchando hasta que Betty le dio un besito coqueto.
–Mijo, ande, vaya con los muchachos, que yo la cuido –comentó doña Julia dulcemente.
El pobre entró a la casa resignado mientras Margarita y Julia dirigían a Betty a la mesa donde ella se sentaría junto a ellas, Catalina y una amiga de la familia Mendoza.
El resto consistía en el cuartel, las tías Pinzón, amigas de Margarita a las que insistió invitar porque correrían el chisme del evento social, así como por los ostentosos regalos que solían obsequiar, pero también se unieron Claudia Elena y Adriana Arboleda con las que trabajaba a menudo y Adriana Serna.
–¡Pero hermano! ¡Nosotros deberíamos estar afuera, mire, mire ese ramillete que está sentado allá! –soltó Calderón en el oído de Armando.
–¡Ay pare Calderón, ya! –soltó fastidiado aunque no por ello se apartó del gran ventanal donde podía ver a su mujer que reía animada mientras le medían la pancita con cintas coloridas.
–¡Esto es un sacrilegio Armando! –reclamó enfurruñado.
El resto de los hombres disfrutaba de la mesa de comida y licores que les dispuso Margarita, mientras que Hermes y Roberto hablaban plácidamente en el sillón mientras fumaban un puro cubano.
Pero Armando estaba embelesado.
No entendía los juegos, ni porqué las mujeres se pusieron un globo como barriga o porque de pronto comenzaron a beber de un biberón. No lo comprendía, pero Betty reía y reía, se veía tan divina, ahí, bien sentadita mientras se acariciaba la pancita.
–Yo sigo diciendo que su mujer le hizo brujería –sentenció guasonamente.
–Tal vez hermano, ¡Pero qué dulce y preciosa es mi Betty! Nomás mírela –soltó embobado.
–Bueno, tiene razón Armando, mire que sigue siendo… exótica –empezó a describir, muy obediente en la tarea que Armando le encomendó –Pero tiene un algo… y, y si es cierto, con el embarazo mejoró mucho y le crecie…–siguió diciendo, sin escuchar la respiración pesada que su hermano estaba haciendo hasta que lo agarró de la solapa enojado.
–¡Ni siga, Calderón, ni se atreva! –siseó enojado –¡Deje de ver mi mujer, imbécil! –gritó otra vez, causando el resto se levantara para separarlos.
–¡Ya, ya Armando cálmese! –pidió hasta que logró que lo soltara, tratando de tomar aire. –¡Pero si usted me dijo! –recordó mientras todos regresaban a sus lugares.
Armando fue a buscar un whisky a la barra seguido de Calderón que pedía entonces salir un rato y dado que tardaría un rato más, éste aceptó.
–Oiga Armando… ¿No le preocupa que sea niña? Mire que puede conseguir un cretino como esos abundan –preguntó guasonamente, ganándose una mirada furibunda.
–¡Cállese ¿sí? ¿A dónde vamos? –sondeó.
–Bueno pues, ¡ya sé! Acompáñeme a comprar el regalo, que yo no sabía de eso… Hay un lugar de nenas…– –comentó tranquilamente, instándolo a negar.
Le costó aceptar que su hermano ya no quisiera salir de cacería, pero cuando se enteró del embarazo de Betty y lo negativo que podría resultar un enojo, dejó de insistir.
Sofía que entró al baño escuchó la última parte, y sinceramente no sabía que pensar.

Historias de Betty y ArmandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora