Un airecito me hace despertar, un airecito cálido. Y luego siento mi mano sobre algo caliente y tonificado. Al abrir los ojos, noto el rostro de Drystan frente a mí, a nada de rozar su nariz con la mía. Mi mano está sobre su abdomen, lo cual altera más mis nervios y me hace alejarme. Termino cayendo de la cama, arrastrando las cobijas en el proceso. Me maldigo internamente por no ser de los tipos que se duermen quietitos la noche entera.
Mi espalda duele un montón. No falta mucho para que me dé un mal golpe y termine parapléjico. Drystan sigue durmiendo, con ese rostro sereno y nada sombrío. Y luego yo soy el que baja la guardia. Le tiro una manta sobre su cuerpo para que no se hiele y estiro mis brazos para despertarme del todo. El sol va saliendo por ser las nueve de la mañana.
—Ay, mierda, me quedé dormido para ir al colegio.
Paro en seco cuando recapacito de mi estupidez. Estoy escapando de una familia loca. Lo que significan vacaciones gratis con un ligero costo de mi vida, nada que no pueda diferir con mi tarjeta preferida a doce meses sin intereses.
Casual.
Rebusco en las maletas de Drystan algo para mí. No hay nada, todo tiene su olor y su talla. Un día más con la misma ropa no me va a matar. Agarro una toalla, lo que sí me causa dudas. Yo acostumbro a tener varias para secarme cada parte del cuerpo. Esta toalla pudo estar en cualquier parte, en los lugares más recónditos...
Dejo de dramatizar y entro a la ducha. Por andar pensando en eso, me olvido de que siempre debo tocar el agua para cerciorarme de la temperatura. Está completamente fría, helada, casi que cristalizando. Por más que lo intento, el agua no se regula. Agarro valor y empiezo a ponerme champú y jabón. Meto un brazo, luego una pierna, la cabeza y así hasta quitarme toda la espuma. Cierro la llave y me seco el cuerpo, temblando a más no poder. Lo que uno debe hacer por sobrevivir.
Trágico.
—Hasta acá se oían tus gritos de desesperación —comenta Drystan cuando salgo del baño ya vestido. Está comiendo de una caja de cereal, sentado en la cama con su espalda en la cabecera. Como de costumbre, apenas trae un abrigo abierto, dejando ver su cuerpo—. Por un segundo pensé en entrar a rescatarte del agua.
Qué asco aquella imagen. No me agrada para nada.
—¿Te encuentras mejor? —inquiero.
—Más o menos. Descansé bastante. No he dormido desde que pasó lo de Willow.
—Mientes. ¿Nada de nada? ¿Ni una siesta? —Tomo asiento en el borde del colchón, mirando a la pared para no recordar que toqué su abdomen nada más despertar.
—No. Nada de nada.
Con razón siempre luce como si padeciera de insomnio. A lo mejor por eso hoy no se despertó cuando me caí de la cama. ¡Debo dejar de pensar en eso! Unos centímetros más abajo y mi mano hubiera estado...
—¿Crees que pueda llamar a Alice? —le pregunto, tratando de desviar mi cabeza a otra cosa que no sea su perfecto abdomen.
—Tal vez. Creo que había un lugar de alquiler de llamadas a unas cuadras.
—Bien. Le tengo que decir que llame a la policía y que nos rescate de este...
—Nada de policías —asevera Drystan. Ahora sí que me giro para mirarlo anonadado—. La policía no nos va a creer, no tenemos pruebas.
—Pero los vecinos debieron oír los disparos, incluso cuando salimos atropellando a tu papá.
—Para estos momentos, todos ellos deben haber ganado un buen dinero por su silencio, además de varias amenazas. No te esfuerces, bonito, ahora es nuestro problema.
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Un Solo Camino ©
RandomKier Evanson era relativamente feliz con la vida que llevaba, siempre mostrando una personalidad risueña con sus padres, vecinos y novia. Pero la muerte de su hermana Willow volcará todo lo que creía saber de sí mismo y de su familia, especialmente...