Capítulo 11

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El silencio resulta ser mejor en situaciones donde debamos pensar. Recapitulamos cada cosa, cada detalle pequeñito y luego lo compartimos. A Drystan le funciona muy bien el pensar y luego hablar, así que trato de ponerlo en práctica, sobre todo ahora cuando me pregunto por qué Mario quiso matarnos nada más vernos.

Mi idea más razonable es que estaba aliado a Scarlette y Leonardo. Ellos dos debieron atar cabos y advertir a Mario para que nos mate cuando nos viera. Si fue así, quién sabe cuántos pasos por delante de nosotros estén. A lo mejor ya mataron a todos los que puedan ser de utilidad en este caso. Sin embargo, conservo ciertas esperanzas puesto que ellos no debieron conocer pequeños detalles como la barbería de Calix, o el bar Tauro al que frecuentaba Oliver.

En un inicio, Drystan había planteado la idea de que mi hermana y Oliver daban dinero a alguien para cubrir el secreto de Willow respecto a que mantenía una relación con un hombre vándalo cuatro años mayor (a mamá le hubiera dado un patatús si se enteraba). Todavía permanece esa posibilidad, añadiéndole el hecho de que mi hermana era atada y violentada sin que Oliver hiciera nada, como en las visiones, y como en el relato del tipo del bar Tauro acerca del fetiche raro. Pero aquí no cabría el hecho de que Willow matara a su propio novio.

La otra posibilidad —con mayor fuerza— es que Oliver le mintió a Willow respecto a su vida y luego la vendió a todos esos hombres, ganando dinero para él solo. Mi hermana era callada por amenazas de él, y cuando ella se cansó y decidió protestar, mató a Oliver y lo tiró bajo el puente.

Lo que nos queda en el aire es la pregunta de por qué y para qué un desconocido contrató a Oliver. En mis visiones, eran dos, un hombre y una mujer, referente a nuestra hipótesis de que los Moldovan no querían que Willow se casara con Drystan. Se me ocurre que quizá, los Moldovan lo contrataron para que la torture y luego matarla; en eso, Oliver aprovechó para ganar dinero, pero se le fue de las manos y Willow lo mató.

Giro mi rostro para ver a Drystan en la cama contigua de la habitación de hotel. Está lanzando una pelota de tenis al aire, algo ido de nuestra realidad. Ayer durmió bien cuando llegamos, no me desperté por ningún ruido, lo que significaría que no hubo pesadillas.

Al menos hasta ahora.

Él se levanta y corre al baño. Le escucho vomitar, por lo que me levanto enseguida para ayudarlo. Le paso toallas de papel para que se limpie. Abre la llave para que el agua se lleve todo y se enjuaga la boca.

—No puedo quitarme sus rostros de la cabeza —dice con la voz algo apagada—. Yo los maté, soy un asesino, es como... como...

Su voz se apaga por completo, ahogada entre sollozos que golpean fuerte como bofetadas. Se deja caer al suelo, pegando su espalda contra la pared, hundiendo su rostro entre sus rodillas. Me sitúo a su lado, rodeándolo con mis brazos y acariciando su cabello.

—No eres un asesino —murmuro—. No planeaste matarlos, te sientes culpable. Eso te hace diferente de un asesino.

—Es la culpa... la culpa es fatal, Kier.

—Creo que hay que aprender a vivir con eso.

—¿Cómo? —Levanta su rostro para mirarme. ¿Dolor? Dolor me causa al verlo así, inexplicablemente me causa mucho dolor—. Dime cómo porque yo no lo sé.

—Supongo que aceptando que no podemos cambiarlo y que debemos retomar el camino.

Un impulso me hace entrelazar mi mano con la suya, apretando con fuerza para que sepa que no está solo, que no lo juzgo ni que le tengo miedo. Quiero que se sienta bien conmigo, que pueda manejarlo. Es un amigo, es mi amigo.

—La vida es cruel —digo yo—. Nos pone retos difíciles. Pero de una u otra forma hay que superarlos. Tú eres bueno, muy inteligente... sé que lo lograrás.

Un Solo Camino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora