Capítulo 13

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—Más rápido, Kier —me ordena Drystan, sujetándome con fuerza.

—Duele. Suéltame.

Cierro la puerta del taxi, siendo jalado por el rubio que parece querer arrancarme el brazo hacia la terminal de autobuses.

—Parece que alguien se levantó del lado equivocado de la cama —comento.

—No estaría de mal humor si tú te hubieses despertado breve. Estamos con las justas de tiempo para el autobús de las diez.

Logro zafarme de su agarre para caminar a mi paso. Total, él es el cajero automático que compra todo. Literalmente me ha estado manteniendo, porque yo no me traje dinero, y no tengo una cuenta bancaria de la que pueda derrochar dinero. Cuando esto acabe, ha de querer cobrarme una deuda inmensa por todos mis gastos. Seguro me pone de su sirviente por el resto de mi vida, con un uniforme de vestido para que él se viva burlando de mí.

Subimos al autobús, y cuando nos sentamos, le tiro su mochila que me obligó a cargar como castigo por no haber despertado temprano, cosa que no fue mi culpa. No pude dormir pensando en todo lo de ayer. Aunque más pensaba en él y el tema de que es gay y le he gustado tanto tiempo. Por mi cabeza se me cruzó las tantas veces que hemos dormido juntos, y el temor de que me hubiera estado tocando me llenó el cerebro. Mi parte comprensiva me decía que él no habría hecho eso, porque es todo un caballero como lo demostró la noche de mi borrachera.

Sin embargo, otra preocupación me envolvió. Me ha visto sin ropa, me ha tocado sin ropa cuando estábamos conscientes. ¿Qué no es el sueño de todos a los que les gusta alguien? Sin duda alguna, Drystan pudo cumplir algunas cosas de sus deseos carnales como verme sin ropa, admirar mi cuerpo, de meterme a la ducha y pasar sus manos sobre mí.

Nada grave, y que se note el sarcasmo.

—Estuve investigando —comienza el rubio—, y hay una señora que ha vivido desde siempre en el barrio de donde son nuestros.

—Eso es bueno.

Me he vuelto cortante desde el malentendido de los tamaños. Todo se descontroló en menos de cinco minutos.

El paisaje va cambiando a medida que el autobús avanza por las calles y luego se une a la autopista. El día ha amanecido cálido, sin muchas nubes, perfecto para no congelarme ni quemarme la piel. Esto se parece a un viaje en carretera que quería hacer con Willow una vez me graduara. Prometimos comprar un auto usado y recorrer el país los dos. Drystan le había enseñado a ella a manejar sus autos lujosos, así que ella sería la conductora y yo la alarma en caso de que se durmiera en media vía. Era nuestro sueño, y solo se quedará en un sueño trazado sobre un mapa que pegamos en mi pequeño cuarto olvidado.

Mi habitación era un poco más pequeña que la de Willow, pero a ella le gustaba guardar sus cosas en la mía. Decía que era para que mamá no las encuentre, ya que Amelia la vigilaba más que a mí. Vincent era lo opuesto, ya que me prestaba más atención a mí que a Willow. Era como una pelea entre los cuatro, hombres contra mujeres. Mi madre complacía a Willow en todo, mientras que mi padre me daba todo lo que le pedía. Bueno, decir «todo», es exagerar, debido a que mamá gastaba más dinero en ella que en nosotros.

Drystan me ofrece maní confitado. Todavía luce amargado, siniestro, dándole un aspecto más atractivo. Todavía tengo miedo de lo que empiezo a sentir por él, pero tener una convivencia pacífica será la mejor manera de evadir tensiones innecesarias.

—Willow me contó de un viaje de verano que planeaba hacer contigo —comenta él.

—Ah, sí, justo pensaba en eso. Si no estoy mal, visitar la ciudad de nuestros abuelos era una de nuestras paradas. Nuestros padres iban rara vez al cementerio de Áthar para visitar las tumbas. Ella quería hacerlo y de paso descubrir cosas de la ciudad de sus antepasados. Ella hablaba de «antepasados» todo el tiempo. Incluso creía que todos nos cuidaban desde alguna parte.

Un Solo Camino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora